Faltan dos semanas para las elecciones andaluzas.
Las más esperadas después de más de 30 años con el mismo régimen de clientelismo político. Se mantiene, y cada vez va a más, la endémica, incurable, y progresiva corrupción institucional, en una sociedad anestesiada por las subvenciones, los PER, los ERE's, la antigua EXPO, y ahora Invercaria, la sociedad pública que otorgaba créditos a las empresas afines al partido del gobierno, transgrediendo la ley.
Así, su expresidenta, en las grabaciones realizadas por un subordinado suyo, al que obligaba a emitir informes falsos, de forma lapidaria indica el "leit motiv" que inspira su actuación, y por extensión la del gobierno andaluz: "Si me comprometiera con la ética no estaría trabajando con esta organización".
Con esto se pone de manifiesto que el fin -mantenerse en el poder a toda costa- justifica los medios, aunque sea a base de dinamitar el estado de derecho, y entrar de lleno en un amplio elenco de delitos tipificados en el código penal. Lo grave de esta situación es que a nadie escandaliza, a estas alturas, que los fondos públicos se utilicen para fines espurios, para favorecer a los amigos políticos que hacen posible la pervivencia, mediante el voto, de este sistema corrupto.
Esto que es vox populi, ha generado un clima de impunidad social, y lleva a considerar estas conductas como normales, lo que denota el grado de descomposición moral en una región que hasta ahora ha sido incapaz de erradicar las prácticas corruptas, que se ha acostumbrado a la connivencia con la injusticia, y que, al fin y la postre, ha hecho posible que se mantenga en el poder al socialismo andaluz durante más de tres décadas, como si del PRI mexicano se tratara.
Es tal el desenfoque, que los artífices de este fenómeno piensan que hay razones más elevadas que la propia ética, que justifican estos desmanes; como en los regímenes totalitarios, solo ellos están legitimados para detentar el poder.
Nadie ha sido capaz de poner coto a esta tela de araña, perfectamente tejida en todos los ámbitos de la sociedad, que nos deja un triste legado: menos cultura, para manipular mejor a la masa social, con un fracaso escolar que supera las cotas nacionales; menos libertad, para erradicar y dificultar iniciativas privadas (desde la enseñanza a la empresa), por la asfixia del intervencionismo socialista a favor de lo público, que ahoga la labor de los emprendedores, con una tasa de paro que superan el 30%; y una corrupción equiparable al nivel de las dictaduras. Solo algunos medios de comunicación y los jueces han puesto tímidamente límites a tan prolongado y cuantioso desmán y abuso de poder.
La alternancia política, por higiene democrática; la transparencia en el control del gasto público; la regeneración democrática para ventilar las estructuras de poder totalmente corrompidas; y, en definitiva, el cambio político que se está demandando a gritos en Andalucía, o se da ahora, o no se producirá nunca.
Javier Pereda Pereda