El tráfico sexual es un destino marcado por la miseria para muchas niñas del Sudeste Asiático; bajo este lema, Anesvad viene lanzando, periódicamente, una campaña para recuperar estas pequeñas y formarlas para que accedan a un trabajo digno.
Según las Obras Misionales Pontificias, las cifras son espeluznantes; 14 millones huérfanos a causa del sida; la mitad de los 600 millones de pobres del mundo; 130 millones no acuden a la escuela; 180 millones padecen desnutrición; 250 millones sufren explotación laboral, y un millón de menores caen en las redes del comercio sexual.
En Marruecos más de 600.000 niños son explotados, ante la mirada cómplice del Gobierno. Ghizlane, es una esclava infantil que se levanta a las 6 de la mañana. Tiene que preparar los alimentos para los niños de la casa en la que trajina. Dormita en la cocina, con una hifa en el pavimento y una colcha. Sólo podrá tumbarse a las 12 de la noche. Y con todo, se dará por contenta sino abusan de ella sexualmente.
Ghizlane acaba de cumplir 7 años. Esa esclavitud de los niños es la que han denunciado dos organizaciones norteamericanas; Human Rights Watch y Domestic Child, en sendos informes hechos públicos. Para estas criaturas su paga se limita a la vianda y algo para vestir.
Cuando hacéis con la violencia derramar las primeras lágrimas a un niño, ya habéis puesto en su espíritu la ira, la tristeza, la envidia, la venganza, la hipocresía, escribió Azorín.
Clemente Ferrer Roselló
clementeferrer@yahoo.es