Una justiciable, madre involuntaria de un niño que "escapó" a su aborto por un fallo médico, demanda judicialmente al "pobre" galeno por ser causante de la indeseada existencia de una criatura de la que deberá hacerse cargo él mismo, totalmente.
Y además, supongo que la demanda no excluiría la indemnización por el dolor, el riesgo, y las molestias, inútilmente causadas a esa ¿madre?
La sentencia, ya publicada en los medios, condena al facultativo abortista a mantener a la criatura hasta que cumpla 25 años.
La demanda fue a parar a un juzgado, por turno o por criterio de reparto. El juez titular de ese juzgado dictó la esperpéntica sentencia. Aun los legos podemos entender los fundamentos de justicia sobre los que puede basarse, técnicamente, la sentencia que viene a decir: "ese niño es suyo, doctor". Pero nadie podrá sustraerse a la extraña fascinación que produce semejante fallo judicial.
Sin entrar en lo que sería una interminable serie de hipótesis a propósito del caso y de sus personajes, la historieta (bebé nacido tras intervención para abortar = persona física a cargo del facultativo causante") podía haber terminado sin pena ni gloria, con un archivo de la curiosa demanda, si la inocente mecánica del reparto la hubiese llevado al juzgado siguiente, contiguo quizás al de marras, con un juez de ideas diferentes.
Unos pasos más por un aburrido pasillo, y ni siquiera se hubiera dictado sentencia; se hubiera archivado la demanda. ¡Asusta vivir en este mundo!
Eduardo Sancho