Ni comisión de investigación sobre el 11-M, ni Constitución Europea. Lo que resume la actualidad española son dos personajes, dos actitudes, dos talantes: Farruquito e Iñaki Sáez.
El 'bailaor' estelar del cante jondo y sublime, jondo y lirondo, atropelló con su automóvil a un peatón, con resultado de muerte. Luego se dio a la fuga, quizás porque iba con una merluza más que considerable, ineludible escape de quien ofrenda su vida a favor del arte. La huida no da el resultado apetecido, es decir, la unanimidad y la exclusión de responsabilidades, vulgo escaquearse, y entonces acusa a su hermano, menor de edad, de ser el conductor, actividad vulgarmente conocida como escurrir el bulto y que otro, amor fraternal, cargue con el mochuelo.
Porque Farruquito puede ser ignorante, pero no tonto. Sabe Farruquito que desde que el ilustre ministro Juan Alberto Belloch, titular de Justicia e Interior con Felipe González, y la no menos ilustre secretaria de Estado de Justicia, Teresa Fernández de
Pero la mentira tiene las patas cortas, por lo que el inefable Farruquito, todo arte, tuvo que compadecer ante la policía y, lo que es mucho peor, ante la prensa. Alguien le preguntó si iba a pedir perdón a la familia del difunto. Nuestro artista tuvo la delicadeza de no responder aquello de ¿Qué difunto?, pero confesó que lo haría, "cuando no sintiera tanto odio en el ambiente". Y es que hablamos de un artista, de un hombre sensible, que siente el odio en el ambiente.
Al final, los jueces se han apiadado de él. Quizás se trataban de un admirador del flamenco, pero le ha concedido la libertad para que pueda seguir regalando su arte al mundo, bueno, regalando, lo que se dice regalando, no exactamente, pero, en cualquier caso, ofreciendo al país lo mejor que tiene. Se debe a su público.
Y no sólo eso. Farruquito no ha pedido perdón, y, además, su madre nos ha informado que es un pedazo de pan. Ese pequeño trámite del arrepentimiento no puede ocultar su grandeza de ánimo y su espléndido corazón. Tanto es así, que aprovechará su libertad provisional para participar en festivales benéficos a beneficio de las víctimas del 11-M. Un santo, eso es lo que es.
El segundo polo de atención, tremendamente ilustrativo de una sociedad pujante, es el seleccionador nacional, Iñaki Sáez. Considera el entrenador que España no ha fracasado en
Lo de la cobardía ya lo entiendo peor. Uno comprende que es propio de la naturaleza humana confundir coraje con orgullo y valentía con soberbia, pero la interpretación de Saéz quizás evoque una nueva línea argumental que se me escapa.
Él aporta dos razones de peso para continuar torturándonos hasta el Mundial de Alemania, que se celebrará en 2006. La primera, que "los jugadores están conmigo". Y pobres de ellos si no lo están, especialmente mientras siga siendo el seleccionador. En segundo lugar, afirma que
Farruquito de España e Iñaki de Vizcaya. Ambos se caracterizan por no arrepentirse de nada, mantener un alto concepto de sí mismos y tomarnos a los demás por idiotas.
Eulogio López