El Ministro de Defensa, Federico Trillo, es un hombre educado en el humor del cuerpo jurídico militar. Su espíritu risueño resultaría muy gracioso, si no fuera porque ostenta la responsabilidad de la Defensa de los españoles. Ser ministro tiene su coste: la opinión pública valora tus opiniones como ministro, no como ciudadano. Es lo que tiene.
Los errores de Trillo de la última semana resultan adolescentes. Hacer bromas con la presencia de nuestros soldados en Iraq es además de irresponsable, irrespetuoso con los familiares de los 11 cadáveres repatriados. ¡Manda euros! Y los excesos verbales sobre la conquista de Perejil resultan de lo más improcedente cuando nuestras relaciones con Marruecos están cogidas con alfileres. Cuatro llamadas telefónicas, cuatro, ha costado a nuestra "canciller" Ana Palacio deshacer el entuerto de la desenfadada "conversación de sobremesa", así bautizada por el portavoz gubernamental Eduardo Zaplana. Y sí, los detalles son importantes, para la vida privada y para las relaciones políticas. La sobremesa de Trillo ha sido muy poco diplomática. Mejor continencia verbal que titulares 'berlusconianos'.