El Gobierno de Hungría ha lanzado una campaña en la que anima a las mujeres tentadas al aborto a dejar su hijo en adopción.

No parece mala solución: si yo no lo quiero, en lugar de matarlo lo cedo a otra -mejor que sean dos: otro y otra- que sí lo quieran.

Pero no, a doña Viviane Reding, vicepresidenta de la Comisión Europea, no le gusta la campaña. Asegura este portento de la argumentación que la campaña atenta contra los valores europeos. ¿Lo cogen? Uno de los valores europeos es cargarse a los nasciturus. Cualquier alternativa al aniquilamiento, como la adopción, atenta contra lo más profundo del viejo continente. El mundo al revés y la procesión lógica y nefanda: del aborto libre al aborto obligatorio. Pobre de ti como te atrevas a contrariar, aunque sea en positivo, el dogma oficial.

Al parecer, Hungría no gusta nada el lobby feminista. Porque doña Hillary Clinton, otro portento de la lógica, que pasaba por aquí, por Europa, decidió regañar a los húngaros por su nueva constitución a la que considera poco 'incluyente'. ¿Quizás la Carta Magna húngara permite la esclavitud, denigra a la mujer o explota a los niños? No, la Constitución húngara simplemente recuerda que se trata de un país nacido, como toda Europa, al albur del Cristianismo. Y claro, esto no puede ser. O eres cristiano o eres demócrata. Lo cual tiene mucho que ver con la otra alternativa: o eres cristiano o no eres europeo. Por cierto, qué cursi resulta eso de "incluyente". La secretaria de Estado norteamericana lleva la marca de esa repelente tendencia a la intromisión didáctica a la que propende la diplomacia norteamericana en países considerados menores, vamos, de corta edad mental, incapaces de decidir por sí mismos. ¿Qué es lo que le molesta a doña Hillary de la Constitución húngara? Pues que defiende al no nacido y eso, naturalmente, es pecado mortal: es excluyente. Y tiene toda la razón: los húngaros han decidido excluir a los matarifes del ser humano más inocente y más indefenso: el no nacido.

Con portentos femeninos como doña Viviane y doña Hillary, dos líderes de los derechos humanos en el mundo, no cabe duda de que nos espera un gran futuro. Señero.

Eulogio López

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