Fernando Vallespín es el director del Centro de Investigaciones Sociológicos (CIS), uno de esos tipos discretos, que habla lo necesario para conseguir sus objetivos. Su vida consiste en observar lo que piensan, hacen y desean los españoles, y, especialmente, intentar conocer lo que ni los propios españoles conocen. No es broma: ya saben que lo importante de una encuesta no es lo que dicen los encuestados, sino lo que esconden. Gente pérfida, hay que extraerles sus verdaderas intenciones, especialmente su intención de voto, aunque ellos mismos no lo tengan decidido. Y Vallespín lo hace como nadie, lo borda. Este pequeño detalle, la intención de voto, es la parte del mundo interior del español que, vaya usted a saber por qué, más preocupa al jefe de Vallespín, Rodríguez Zapatero.

Además de dirigir el mayor instrumento político del Gobierno, es uno de los hombres de confianza del presidente, el susodicho ZP. Entendámonos: los estrategas del presidente no son los que aparecen ante las cámaras de TV: no forma parte del club, pongamos por caso, María Teresa Fernández de la Vega, que cada vez que le ponen una cámara delante engorda de pura satisfacción. De la Vega es la responsable de las tautologías engañosas: decir lo que todo el mundo sabe que es mentira pero no lo puede demostrar. También es uno del los elementos más nocivos para la salud moral del pueblo español, pero no marca la estrategia política del Gobierno ni del PSOE.

La estrategia tampoco se cuece en el parlamento ni en la calle Ferraz, sede del PSOE. López Garrido y Pepiño Balnco no son más que los matones de ZP, responsables de insultar al adversario, tarea que en el PP cumplen a plena satisfacción Acebes  y Zaplana.

No, los verdaderos estrategas de Moncloa son Miguel Barroso, inefable director de La Casa de América -aunque en su despacho trabaja poco- el indescriptible Alfredo Rubalcaba, ministro del Interior, conocido como Rasputín y... Vallespín. Son ellos los miembros  natos, de pleno derecho, del alto tribunal que se reúne en Moncloa, no menos de una vez por quincena, para marcar las grandes líneas necesarias para ganar las elecciones. 

Por eso me ha sorprendido tanto la entrevista concedida por Vallespín a un periodista de cámara del Zapatismo, Antonio San José (programa Cara a Cara). Y miren por dónde, San José tenía mucho interés en la religiosidad de los españoles. Es lógico: nada más clerical que un come curas, y los progres no tienen ningún adversario y un solo enemigo: la Iglesia.

Vallespín es un tipo listo. Siempre con las encuestas como arma, el presidente del CIS nos explicó que los españoles siguen teniendo un comportamiento católico. Un tanto abrumado por el reaccionario comportamiento de las masas, nos explicó que los españoles siguen yendo mayoritariamente a misa, bautizando a sus hijos, casándose en el templo y "no digamos nada -concluyo con gesto cansino- acudiendo a los funerales".

Pero -¡Ajajá!- "cuando les planteas la pregunta más profunda, la que mejor define la religiosidad de un colectivo, es decir, ‘¿qué representa Dios en su vida?' nos encontramos con que nos situamos los cuartos por abajo de toda Europa". Está claro, según Vallespín, España ha dejado de ser católica… una vez más.

La verdad es que la pregunta "más profunda" para conocer la religiosidad de un pueblo -observen- que los progres no hablan nunca de pueblo, sino de comunidad o colectivo o ciudadanía, de la misma forma en que nunca dicen negros, sino subsaharianos, no es si cree en Dios o qué representa Dios para él. Una persona puede tener mucha fe y poca práctica religiosa. De hecho, lo propio del hombre occidental de hoy es lo que se ha llamado el materialismo práctico: creo en Dios pero me comporto como si Dios no existiera, que es más cómodo.   

De hecho, quien dice no saber si Dios existe acabará sabiéndolo ante de morir. Basta con que inicie la búsqueda, y si no la inicia es igual, pues Cristo tomará la iniciativa y se le hará presente, antes o después. A Dios no hay que buscarle, sino aceptarle. No, si Vallespín quiere hacer una demoscopia de la fe de los españoles, lo que debe preguntarles es por su sentido de culpa, que es lo que marca a la raza humana, marca liberadora, por cierto. Nadie está más lejos de Dios ni es más esclavo de sus caprichos que quien pronuncia la más satánica de las sentencias: "Yo no me arrepiento de nada". Ahí podrá evaluar nuestro experto en encuestas la religiosidad de los españoles. Si éstos mantienen su sentido del pecado, su capacidad de arrepentimiento, lo siento Vallespín, pero les vas a perder más pronto que tarde. Si son tan necios como para no arrepentirse de nada, entonces tranquilos: Dios no representará nada para ellos. Ni Cristo puede trabajar en un campo que no ha sido abonado por el arrepentimiento. Cosas de un individuo, el ser humano, creado libre.

No obstante, Vallespín, a fuerza de agnóstico, se acoge a aquello de a Dios rogando y con el mazo dando. Y así, por decir algo, el Gobierno Zapatero, que no puede creer en Dios porque no es progresista, y a quien -Vallespín dixit- no le preocupa que la gente continúe acudiendo a los templos, ha decidido, un poner, que la retransmisión de la Santa Misa dominical por la radio pública, ya no se haga a través de RNE 1 sino a través de radio 5, una tercera parte de audiencia.

Y es que a la demoscopia conviene echarles una manita.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com