Ya lo decían en la famosa película La Búsqueda: Alguien tiene que ir a la cárcel. En las empresas ocurre algo parecido: alguien tiene que pagar los palos rotos y no puede ser el propietario.
Rafael Del Pino, presidente y propietario de Ferrovial ha decidido que si las cosas no van bien en el grupo, el cabeza de turco, el más adecuado para pagar los platos rotos es su segundo, el consejero delegado Joaquín Ayuso, a quien ha decidido descabezar, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, es decir la Junta de Accionistas del Grupo celebrada el jueves.
Le sustituirá el niño bonito de Ferrovial, el joven Íñigo Meirás. Se da la circunstancia de que Íñigo Meirás comenzó carrera con Juan Béjar, en Autopistas Cintra y en la división de aeropuertos. Béjar conoce como nadie la empresa gestora británica de aeropuertos (BBA) cuya compra, precisamente ha endeudado a Ferrovial para los restos y la ha convertido en una empresa multinacional pero también en un problema multinacional.
Béjar acabó a torta con Del Pino -y con el propio Ayuso- y ahora lidera el fondo de infraestructuras del Citi, el mismo que compró Itínere y ahora negocia la venta del segundo aeropuerto londinense, es decir, Gatwick.
En otras palabras, un Béjar cabreado con Del Pino, se ha convertido en el único postor de la subasta, claro, de un activo que Del Pino necesita vender con urgencia para que Ferrovial no se despeñe por el proceloso abismo del apalancamiento. Lo que está claro es que Béjar conoce no sólo lo que realmente vale aquello que va a comprar, sino al negociador-vendedor que estará enfrente, y que fuera su segundo.