Lo mismo ocurre con las personas: se mueren, salvo accidente, cuando tienen ganas de morir. De hecho, respecto al dinero, los seres humanos se dividen en dos tipos de personas: los quieren crear algo, que reciben el nombre de empresarios, o los que quieren obtener dinero, que suelen acabar optando por el rentismo. Es la misma diferencia que existe entre un empresario y un financiero: el primero produce, el segundo compra y vende.
Ejemplo: FIAT está a un milímetro de quedarse con OPEL, la firma europea de General Motors. Hace apenas unos años la compañía italiana estuvo a punto de cerrar, pero hoy quiere hacer con GM -la mayor compañía del mundo hasta hace dos días- en Europa e Iberoamérica, con Chrysler y con SAAB y, con todo lo que se le ponga por delante (afortunadamente, El Corte Inglés no cotiza en bolsa).
Lo curioso es cómo estas multinacionales tan profundamente liberales, se animan a pujar por monstruos mucho más grandes que ellos: con subvenciones públicas, naturalmente, y reduciendo costes, es decir, despidiendo trabajadores. FIAT ha acordado con el Gobierno alemán que está dispuesta a quedarse con OPEL a cambio de subvenciones públicas. El Gobierno alemán responde que de acuerdo, pero que ni se les ocurra cerrar una planta en Alemania. El señor Sergio Marchionne dice que estupendo, que ya cerrará otras en otros lugares donde le den menos dinero, por ejemplo, en Zaragoza.
De esta forma, el liberalismo se convierte en una especie de subida de subvenciones públicas, sublime sarcasmo que aún espera a varios cientos de doctorandos que elaboren tesis al respecto.
Esto es lo absurdo de la economía liberal de la subvención: no necesitas ni capital ni capacidad de gestión: sólo fe y voluntad y un poco de cara. Y luego la pregunta final, la que hace que, definitivamente, se te ponga cara de tonto: si OPEL va a salir adelante gracias a echar gente al paro y a subvenciones públicas, ¿dónde está la gestión empresarial?
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com