La política de hechos consumados en la península de Crimea puede servir a corto plazo a los intereses de Putin, pero va a tener consecuencias letales a la larga, porque las relaciones entre Rusia y Ucrania jamás volverán a ser las mismas.
Y es que hay cosas que no pueden conseguirse mediante la fuerza, por mucha que ésta sea.
Jugar a la desestabilización de Ucrania puede ser un mal negocio, a la larga, para la Rusia de Putin. Occidente debe mantenerse firme frente a las pretensiones de Moscú, sin renunciar a mantener una relación de sincera lealtad con el gigante ruso.
Favorecer una Ucrania estable, con sólidos vínculos europeos, no tendría por qué implicar una renuncia a una relación de confianza con Rusia. Pero eso será imposible si Putin observa flaqueza o relativismo a la hora de jugar esta partida.
Xus Madrid