- El obispo argentino Jorge Mario Bergoglio se convierte en el ducentésimo sexagésimo sexto Pontífice de la Iglesia.
- ¿Su función principal Que el Mundo vuelva a Cristo. Su adversario será el paganismo.
- El primer papa hispano, jesuita, recibió el cargo de Juan Pablo II para limpiar la orden ignaciana de guerrilleros marxistas.
- Por ello, fue recluido por sus propios compañeros de orden y el Papa Wojtyla le liberó nombrándole obispo auxiliar de Buenos Aires.
Al parecer, la Iglesia no estaba tan dividida. Un día después de iniciado el Cónclave, los 115 cardenales votantes han elegido al sucesor de Benedicto XVI. Pero no se preocupen: la progresía no reconocerá su enésimo error. Eso jamás. Ahora lo que toca es denigrar al nuevo pontífice. No se le concederá ni un día de cortesía.
Enfrente estarán los iluminados, el enemigo interno, quien someterá al nuevo pontífice a un examen riguroso. Seguramente suspenderá o como mucho obtendrá un aprobado ramplón.
Entre ambas posturas, no en el medio, no en la moderación, sino en la sencillez, estarán aquellos que no creen en el Papa sino que aman al Papa, sea éste quien sea y, como diría la coña portera, aunque sea argentino. Es decir, hablo de quienes consideran a Su Santidad como el representante de Cristo en la tierra. A estos me dirijo porque me temo que con los otros no hay mucho que hacer: es más fácil romper el átomo que romper un prejuicio.
¿Cuál será la función principal de Francisco I Que el Mundo vuelva a Cristo. No vivimos una era postcristiana sino en una era neopagana. La gente cree en Dios pero eso no da para mucho. Sólo los tontos niegan la creación. Los cristianos no creemos en Dios, creemos en Jesús de Nazaret, un hombre que vivió hace 2.000 años… y amamos a Jesús de Nazaret, al que sabemos Dios encarnado, la eternidad que entró en el tiempo.
En definitiva, Francisco I será un Papa contra la apostasía, que es la marca de la Bestia. Y me temo que se trate de una apostasía general.
¿Y quién es el personaje Un jesuita argentino de origen italiano. Jorge Mario Bergoglio residía en Buenos Aires, como profesor en un colegio, cuando fue llamado por el recién nombrado Para Juan Pablo II, a Roma. Allí recibió el encargo, y el mandato, de limpiar la orden ignaciana en Argentina, donde muchos de sus miembros estaban dedicados a la guerrilla armada. Le dio a elegir entre el sacerdocio y la guerrilla, que en muchos casos no era más que terrorismo. Tenía el poder papal de reducir al estado laical a todo jesuita marxista y violento, condiciones que en ese tiempo -años setenta y primeros años ochenta- iban muy unidas.
Terminada su limpieza, el corporatismo jesuítico no le perdonó: le encerraron en un colegio de Córdoba. Cuando murió su madre, ofició una eucaristía pero ni tan siquiera se le permitió hablar. Al final, Juan Pablo II le nombró obispo auxiliar de Buenos Aires, la única forma de que sus compañeros de Orden le dejaran en paz.
Primer hispano, al menos hispanoamericano. Jesuita, que ha vivido el asalto marxista al Cuerpo Místico de Cristo. El marxismo ha muerto, el problema ahora es el paganismo y su tendencia a la blasfemia pagana contra el Espíritu Santo: es decir, llamar mal al bien y bien al mal. Otrosí: la marca de la bestia.
Imposible hacer más pronósticos sobre Francisco I. Pero no deja de resultar divertido esto de que Dios haya vuelto a jugar con los hombres. Al menos con los vaticanistas, los comecuras y los chupacirios inquisidores.
Benedicto XVI terminó el pontificado con el enigma de su renuncia. Francisco I es un enigma en sí mismo.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com