Y digno de ser tenido en cuenta. Además, la última línea resulta injusta: si el peligro musulmán viene de su fecundidad lo que tiene que hacer Occidente no es encerrar la fecundidad ajena sino fomentar la propia. Una sociedad que no tiene vitalidad está muerta... como su mismo nombre indica.
Ahora bien, con la inmigración, y acabamos de celebrar la Jornada Mundial del Emigrante y Refugiados, siempre se da la misma confusión. La actitud cristiana es siempre la de abrir las fronteras al inmigrante. Digamos que la postura de Zapatero se queda corta frente a las fronteras abiertas que decretara el papa Juan Pablo II en el año 2000. El genial papa Wojtyla lo tenía claro: si la globalización significa la libre circulación de productos y capitales, debe ser también la de la libre circulación del tercer factor de la producción, el más importante. El factor trabajo que, además, añadía, no es un factor más porque estamos hablando de personas.
Ahora bien, el inmigrante tiene que respetar -por las buenas o a la fuerza- la cultura del país que le acoge. El musulmán es el más remiso a ello aunque también inmigrantes procedentes de otros puntos del globo manifiestan idéntica prepotencia. Como dice el mensaje, Israel alberga cuádruple de musulmanes que España (un 16 frente a 4%), y eso que lleva en guerra 65 años con un Islam que se ha negado a reconocer la existencia del Estado judío y de los judíos. Sin embargo, Israel obliga al musulmán a respetar su cultura. Por ejemplo, el respeto a la mujer. El problema de España es, como siempre, que no nos respetamos a nosotros mismos y que tenemos un Gobierno dedicado a golpear a las raíces cristianas que lo forjaron. Resulta curioso escuchar las alabanzas feministas a los musulmanes, no porque les agrade el Islam sino por fastidiar a los cristianos. Resulta igualmente curioso contemplar a la derecha española tras el 11-M, empeñada en justificar al Islam para defender la opción de que había sido ETA. Antes odiar al abertzale español que el mahometano marroquí.
Así que, ¿fronteras abiertas? Sí. ¿Respeto obligado al país de acogida so pena de expulsión? También.
Y no, no creo que la actitud de municipio de Vic -no empadronar a los ilegales- sea la mejor. Lo mejor es que los ilegales se conviertan en legales y respeten el modo de vida indígena
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com