Los antiglobalización continúan en su línea: piden la condonación de la deuda y medidas contra el cambio climático.
La verdad, todo lo que sea presionar a los ocho hombres más poderosos del planeta me parece bien: con razón o sin ella. Ahora bien, sin que salga de la provincia, no parece que se esté apuntando en la dirección adecuada. Condonar la deuda es bueno, porque la deuda pública constituye desde hace medio siglo, no más, el sistema de financiación de los Estados, ricos y pobres, y así hemos creado una burbuja especulativa permanente. Ahora bien, es esta una medida que parece encantar al movimiento antiglobalizador para redimir a los pobres cuando a quien suele redimir es a los tiranos que les esclavizan. Condonar la deuda no beneficia a los pueblos, salvo de forma indirecta: a quien beneficia es a sus gobernantes, tantas veces corruptos, tantas veces violentos.
Vamos con la segunda preocupación de los globicidas: el cambio climático. La verdad es que bajo esa denominación, ya casi un conjuro, se ocultan demasiadas cosas y muy distintas. George Bush, malo entre los malos, que se ha negado a firmar el protocolo de Kyoto, ha afirmado que Kyoto habría arruinado nuestra economía. ¿Y saben qué? Bush tiene toa la razón. Los países que, como España, hemos firmado el Protocolo, nos encontramos ahora con que no podemos ni satisfacer nuestras necesidades energéticas y que ni podemos crecer es decir, conjurar la pobreza. Eso sí, le compramos energía a Francia, que muy ricamente se ha especializado en la energía nuclear, con el peligro eterno de los residuos pero sobre los que Kyoto nada tiene que objetar.
Y eso porque Kyoto responde al ideal de ese capitalismo filantrópico tan querido por los antiglobalización. Los muy ingenuos se sienten de izquierdas y no saben que están haciéndole el juego al capitalismo. EL equívoco es simple. ¿Qué es lo que provoca el efecto invernadero? ¿La energía o el cemento? No. Lo que provoca más de la mitad de ese efecto invernadero es el transporte, su coche de usted, al igual que el aire condicionado con el que nos hemos acostumbrado a vivir. Pero claro, limitar el uso del automóvil o la comodidad del clima a medida no sería popular: carguemos contra las instalaciones energéticas, precisamente aquellos que constituyen la clave del desarrollo de toda sociedad, especialmente de los países pobres. Entre otras cosas, porque el Tercer Mundo necesita antes una energía barata que una energía limpia. Precisan un desarrollo industrial, que necesariamente contaminaría, al menos en un primer ciclo, pero la alternativa es morirse de hambre y seguir de miserable durante siglos.
Por cierto, también tiene razón Bush cuando afirma que no es la contaminación la que amenaza el medio ambiente, sino la impureza del aire. Sin embargo, los ignorantes globófobos lo han tomado por una pifia y se regodean en ella. Pues nada más cierto : es la polución, que Bush ha llamado impureza del aire, la que perjudica al hombre de forma directa y patológica. La polución de las grandes urbes del Tercer Mundo : esa es la contaminación más peligrosa.
No, para luchar contra la pobreza lo más importante no es la condonación de la deuda ni el Protocolo de Kyoto. Más importante es, por ejemplo, la implantación de unos salarios dignos, precisamente como condición imprescindible para participar en la apertura de mercados. La lucha contra la pobreza es hoy, ante todo, lucha contra la explotación laboral, contra los salarios de miseria. Necesitamos un salario mínimo a nivel mundial, o de otra forma las empresas seguirán marchándose a aquellos países cuyos gobernantes, a esos a los que se les quiere perdonar la deuda, permiten salarios de miseria a sus habitantes.
Asimismo, la mejor medida para humanizar la globalización no es cerrar las fronteras a los productos, sino abrirlas a las personas. Es decir, libre circulación de personas. Eso sí que lo odia el G-8.
Otra medida (ésta sí aceptada por los globófobos) consiste en exigir a los gobernantes las supresiones de los subsidios agrícolas en todo el área OCDE, especialmente en Estados Unidos y la Unión Europea. Curiosamente, la izquierda europea y norteamericana se muestra encantada con estos subsidios que destrozan la economía del Tercer Mundo y provocan miseria en el mundo subdesarrollado.
Por decirlo de algún modo, contra globalización, globalización solidaria. Pero no me parece que los globófobos lo hayan entendido. Al final, entre el G-8 y quienes protestan contra la reunión de Escocia, parece repetirse el eterno esquema: la izquierda socialista que quiere vivir del Estado y la derecha capitalista que quiere vivir de la gran empresa, de la sociedad anónima innominada. Es decir, que los dos quieren vivir del dinero ajeno. Uno de los impuestos públicos, otro de los ahorradores privados. Peor en el fondo es todo lo mismo : dinero de otros. Y otra coincidencia más: ambos se empeñan en llamarse filántropos: trabajan para los demás con dinero de los demás
Eulogio López