Quod natura non dat, Salmantica non præstat (Proverbio Latino).
Los que tuvimos el placer de conocer a Gabriel Gancedo de Seras, en mayor o menor intensidad e intimidad, echaremos en falta su presencia. Un hombre generoso, de gran personalidad y criterios arraigados.
Dejó patente su lealtad en la amistad (como buen Sagitario) movido por su sentido del honor, que se elevaba por encima de los dictados del interés. En una ocasión le escuché decir, con mezcla de resignación e ironía, que eso de la gratitud era "una virtud canina", pero que las personas humanas debíamos esforzarnos por demostrar que no somos peores que los perros.
La vida le hizo probar, en sus últimos años, el sabor amargo de la traición. Suya fue la sugerencia de leer Tiberio: Diario de un resentimiento del doctor Gregorio Marañón.
Con aspecto de Hidalgo castellano, presumía de saber de banca a pesar de su condición de no ejecutivo y en más de una ocasión le escuché aquello de: "Al menos sé lo que es una cuenta de correspondencia". Fue Presidente de la Mutua Madrileña, y mantenía la tradición familiar en el Banco Popular, ya que su abuelo fue uno de los precursores de los Previsores del Porvenir. Gabriel fue vicepresidente de aquella institución que durante varios años fue elegida la entidad más rentable del mundo, aunque eso sea hoy una mera anécdota.
Fue de los primeros en renunciar a su puesto de consejero, evidenciando su desapego al cargo y un ejemplo en el difícil arte de retirarse a tiempo. Pensaba que no porque una vida acabe, otra no pueda empezar y era consciente, como decía un compañero, de que "hay que dar hombres a los cargos, antes que cargos a los hombres" y que la empresa ya le había dado demasiado.
Sirvan estas líneas para recordar a una persona independiente, espontánea, religiosa, familiar y campechana, que disfrutaba dando consejos a los jóvenes y practicando la autocrítica. Y para agradecerle un detalle de tío de esos que nunca se olvidan.
La vida le dio, en lo profesional, una posición privilegiada, que él supo llevar con cierta sencillez y austeridad. Pero en lo personal no todo fue un camino de rosas. Le echaremos de menos en la terraza de "El Cacique", alejado de los restaurantes de moda y del "tout Madrid".
Falleció el viernes 17 de enero de 2013 recién estrenados los 83 años tras un periodo de declive físico en el que se dio al silencio y la oración. A los que seguimos aquí, sólo nos queda rezar por su alma "mirando al cielo", como le gustaría a él. Descanse en Paz.
Luis y Javier Valls-Taberner