Un petardo. Así ha calificado a Brokeback Mountain nuestra crítica de cine, Juana Samanes (ver crítica). Hablamos de la película más premiada de los últimos tiempos, segura candidata al Oscar, porque Hollywood ya está tan dominado por el lobby rosa y lo políticamente correcto, como, pongamos por caso, la Academia de los Goya o el sector cinematográfico francés. En los tres países, la policía del pensamiento actúa de forma rápida y eficaz y si se trata de una exaltación de la homosexualidad, hay que premiarla hasta con el Nobel.
Incluso hablan las buenas lenguas del numerito que montaron algunos mientras visionaban la historia de Ang Lee sobre dos vaqueros cacorros en los pases dedicados a la crítica especializada, además de para el conjunto de revistas del lobby gay. Y es que hasta los críticos más duros, esos a los que nunca les gusta nada, especialmente si gusta al gran público, se vieron obligados a calificar el pestiño como una obra de arte llena de sensibilidad, aunque se trate de sensibilidad rectal.
Pero yo sólo quiero resaltar un detalle, y es el personaje de Alma, la mujer de uno de los dos protagonistas de 20 años con el culo al aire (no se lo van a creer pero éste no es el título que le ha colocado el señor Lee), quien no está dispuesta a que su esposo se vaya con otro. Que se vaya con otra ya es desagradable, sí, pero con otro ya es un insulto.
Y ese es el personaje más despreciado por el director y por la audiencia de fieles del engendro. Muy cierto, hay que ser muy intolerante como para no permitir a tu media naranja que se vaya con su media cáscara amarga. Si ya lo decía Gila: Me habéis matado al hijo pero cómo me he reído. O lo que le dijo su madre Pues si no sabe aguantar una broma márchese del pueblo.
Porque la expansión de la homosexualidad es causa y efecto : causa de una degeneración del amor humano, y efecto de un entontecimiento generalizado y de una cobardía para decir, simplemente, lo que piensa el 90% de los seres humanos en cuanto empiezan a concretar en imágenes en qué consiste la homosexualidad. ¡Y da un asquito!
Eulogio López