El Ayuntamiento está en bancarrota, aunque su sueldo subió un 12%. Al alcalde no le queda otro remedio que intensificar todo tipo de multas y sanciones contra los vecinos.
Lo bueno de los ayuntamientos es que no pueden quebrar. Llegar a la bancarrota, sí, pero en quiebra nunca. Eso le salva a Alberto Ruiz Gallardón, empeñado en alcanzar la Presidencia del Gobierno. Y debe comenzar una nueva andadura política cuanto antes -aunque Europa no le hace gracia: demasiado lejos- porque, con una deuda de 6.600 millones de euros, lo único que le queda es seguir esquilmando a sus vecinos con subidas de impuestos y con una intensificación de multas y sanciones: están en ello.
El Ayuntamiento no sólo no tiene dinero para obras sino que no ha acabado las iniciadas, por ejemplo, las de Virgen del Puerto. El faraónico proyecto de soterramiento de la M-30, que en cuanto llueve algo fuerte se inunda, ha dejado las arcas exhaustas.
Pero lo que está claro es que Gallardón necesita dejarle el entuerto al siguiente, y anda a la búsqueda de un nuevo destino político.