Sr. Director:

Nadie gana a Dios en generosidad: da el ciento por uno por cada cosa entregada por su amor. La generosidad con Dios se manifiesta en la generosidad con las personas en la vida ordinaria y se puede resumir en el trato cariñoso que se les dispensa, en comprenderles y atenderles con delicadeza, sin que lo tengan que pedir, no se den cuenta de la ayu­da que reciben ni la tengan que agradecer: dar gratuitamente sin espe­rar nada a cambio. El generoso es alegre, justifica los defectos ajenos, olvida los agravios que le hacen, es enemigo de las críticas negativas y se esfuerza en facilitar el camino que conduce a Dios. Se olvida de sí mismo y entrega su tiempo a los demás para hacerles la vida agradable. Es desprendido y nada esclavo de sus bienes, y siembra el día con actos de amor, de desagravios y acciones de gracias.

La generosidad está reñida con el egoísmo; y así como el egoísta empobrece su alma de continuo, el generoso la enriquece constantemente. San Gregorio Magno lo confirma al decir que el Reino de Dios no tiene precio, sin embargo, cuesta exactamente lo que tengas , pues la generosidad se mide más que por lo entregado, por lo que te falta todavía por dar. Es virtud de almas grandes.

Francisco Segura Lacruz

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