El candidato republicano a la Presidencia de los Estados Unidos, George Bush, ha implantado la política del déficit (fiscal y exterior). En plena recta final de campaña, Bush ha dejado claro que no piensa dar marcha atrás en su política de descenso de los impuestos (tres descensos en cuatro años). Es más, tanto él como el vicepresidente Cheney, consideran que ni el déficit fiscal ni el exterior han influido sobre la evolución del dólar.
Y por si todo ello fuera poco, Bush también ratifica su prioridad de que Estados Unidos alcance la plena independencia energética, lo que significa vetar el Protocolo de Kioto y sacar adelante su plan de relanzamiento de la energía nuclear, un plan que conlleva la puesta en marcha de más 20 nuevos reactores y la construcción de un gran centro de almacenamiento y tratamiento de residuos en el desierto de Nevada.
Y si no lo dice más alto es porque las elecciones norteamericanas, por vez primera, no se decidirán por razones económicas, sino por cuestiones de seguridad internacional. Por el momento, los asesores de Bush consideran que deben seguir vendiendo la imagen de un Bush firme ante el terrorismo, mientras que el demócrata John Kerry debe ser visto por los estadounidenses como un líder débil incapaz de ofrecer seguridad a sus compatriotas. La economía queda en un segundo lugar. Lo sorprendente es que Kerry haya caído en este señuelo republicano. No hay que olvidar que George Bush heredó de Bill Clinton un superávit fiscal que superaba el cuarto de millón de dólares, mientras que ahora mismo el déficit presupuestario norteamericano se aproxima al medio billón (billón europeo) de dólares.