Sr. Director:
Durante siglos, el hombre ha logrado solventar las barreras que suponían hablar o escribir lenguas diferentes. Incluso cuando los medios de aprendizaje eran casi nulos, había traductores en las abadías e intérpretes en los palacios.
Pese al fracaso que supuso el esperanto como intento de creación de una nueva lengua internacional (lugar cada vez más ocupado por el inglés), hoy en día disponemos de más medios y facilidades que nunca para el aprendizaje de cualquier lengua. Con el constante bombardeo de música, películas y términos anglosajones al que nos vemos sometidos, es prácticamente imposible no tener unas nociones básicas del idioma de Shakespeare. Sin embargo, a un tal Jean-Paul Nerrière se le ha ocurrido inventar un engendro llamado "Globish", consistente en reducir la lengua inglesa a 1500 palabras, evitando metáforas o bromas (es decir, cualquier tipo de esfuerzo para nuestros ya de por sí lobotomizados cerebros) y haciendo el mayor uso posible del lenguaje corporal.
Por ejemplo, sugiere no aprender la difícil palabra "nephew" (sobrino), sino utilizar "son of my brother" (hijo de mi hermano) – olvidando que también puede ser hijo de la hermana, lo cual supone otra oportunidad de palabra a eliminar, digo yo. Ya puestos, ¿por qué limitarnos al inglés, por qué no hacer lo mismo con todos los idiomas? Y 1500 palabras me parecen muchas; yo creo que, si nos empeñamos, podemos dejarlo en 150 – ¡o incluso en 15! Con esta ley del mínimo esfuerzo conseguiremos tirar a la basura miles de años de evolución humana. No en vano, este señor ha sido un alto directivo de dos multinacionales, verdaderas especialistas en crear un mundo mejor para todos nosotros.
José Antonio Mingo Botín
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