Reconozco el error de Hispanidad, que ayer también habló del mayor caso de corrupción judicial, al informar sobre la sentencia del juez catalán Lluis Pascual Estevill, condenado a 9 años de cárcel por cohecho y prevaricación. No, no es el mayor caso de corrupción, sólo es el más claro, porque Pascual Estevill era, como lo explicaría, un juez poco sofisticado. Era, eso sí, más sincero que otros colegas a los que considero más corruptos y resultan mucho más respetables y, hasta en ocasiones, admirados.

La frase favorita del ahora condenado juez era a este le meto yo una noche en la nevera y canta. La nevera, naturalmente, era la prisión. Y es verdad: cuando a uno le meten en prisión canta lo que haga falta, y para que el cante no le deje afónico, es decir, no represente una condena a la nevera, pero esta vez más larga, es capaz de pagar a quien sea necesario pagar. Recuerdo aún cuando el actual consejero delegado del BBVA, José Ignacio Goirigolzarri, me contaba cómo su señoría metía en la cárcel a directivos del BBV, padres de familia, durante un par de noches, para que cantaran. 

Así que Pascual Estevill está condenado y bien condenado. Ahora bien, Estevill no es ni el único ni el más corrupto de los jueces españoles, ni más que el abogado Piqué, asimismo condenado en la causa. Simplemente, es el más clar ha sido sincero y ha reconocido su culpa. Si le pagaban dinero, absolvía; de otro modo, corrías el riesgo cierto de verte privado de libertad. Se lo aseguro, si todos los jueces fueran tan vulgares, yo volvería a creer en la justicia. Y, como el resto de los españoles, yo confío en las brujas antes que en la justicia.

El mismo abogado Piqué Vidal, condenado a 7 años de prisión por colaborar con el juez, se ha seguido considerando inocente hasta el final. Estevill me resulta mucho más simpátic prevaricaba, sabía que prevaricaba y no se ha molestado en utilizar subterfugios o eufemismos: cuando le cazaron, le cazaron y a otra cosa. Piqué n   Piqué sigue llamando a las coimas, contactos; como otros jueces llaman a la injusticia, libertades públicas.

Hay jueces, algunos reconocidos como estrellas mediáticas, que retuercen la ley hasta hallar culpables a quienes no les caen simpáticos. Hay jueces (por ejemplo en los juzgados de familia) que prevarican de continuo simplemente porque se ha impuesto un prejuicio, generalmente feminista, para otorgarle la razón y la patria potestad a la madre aunque haya sido ella quien ha abandonado el hogar. Hay jueces que tiran a la papelera 3.000 denuncias (sí, 3.000) contra una obra blasfema que ofende los sentimientos de millones de creyentes simplemente porque son agnósticos. Hay fiscales que se niegan a investigar las ilegalidades flagrantes y constantes que se cometen en las clínicas abortistas, donde las pacientes se encuentran con un documento donde un médico ha firmado, en blanco, la necesidad de que aborte so peligro para la psique de la madre.

Y hay gobiernos, por ejemplo el Gobierno Zapatero, que renuncian a cobrar el dinero que nos corresponde a todos, retirando al abogado del Estado, pongamos por caso, de las cesiones de crédito, no vaya a ser que Emilio Botín, el banquero más poderoso de España, acabe condenado. 

Y qué decir, volviendo a Estevill, de aquellos banqueros y abogados que eligieron al juez Estevill, porque les convenía atemorizar a los suyos. Por ejemplo, un grupo de empresarios catalanes y vascos, entre ellos los Delclaux, denunciaron a Alfredo Sáenz, entonces presidente de Banesto y hoy consejero delegado de SCH, porque sus abogados, el despacho Jiménez de Parga, se preocuparon de que fuera el juez Estevill quien gestionara un impago de estos empresarios a Banesto. Uno de ellos pasó muchos días en la nevera... a pesar de que el pago se realizó finalmente.

Y qué decir de los funcionarios del Ministerio del Interior, que tratan por todos los medios de que sean determinados jueces estrella quienes lleven sus casos, porque saben que algunos de estos jueces, con tal de salir en la foto, son capaces de meter en prisión santa Juana de Arco.

Y qué me cuentan de esos jueces que persiguen denodadamente a un empresario hasta conseguir tumbarle, a veces con el apoyo de algún que otro periódico, simplemente para apuntarse una muesca en su revólver.

Y al revés: los jueces son muy conscientes, así como el Ministerio Fiscal, de delitos que se cometen impunemente, pero que no son perseguidos porque están socialmente aceptados. Por ejemplo, la inmensa mayoría de los abortos.

La corrupción de todo juez llega en el momento en que deja de creer en la verdad. Porque lo que la verdad da, la ley no lo presta. Quiero decir que la ley no puede objetivar la realidad, porque la realidad es muy rica. Al final, el juez interpreta la realidad, y si no tiene un código de principios para interpretarla, simplemente la interpreta como le viene en gana. En ese momento es cuando, se lucre o no con sus decisiones, actúe o no de forma espuria, lo cierto es que el juez ya se ha corrompido, porque está utilizando la ley no como instrumento sino como excusa, dejándose llevar por sus filias y fobias. Sus sentencias no estarán regidas por el deseo de dar a cada uno lo suyo, sino por el deseo de no ser pillado en un fallo. Eso, en el mejor de los casos. A esta actitud no la podemos llamar jurídicamente corrupción... a pesar de que representa la corrupción misma, en su eje y en su esencia de la justicia.

No, Pascual Estevill no puede pasar a la historia como el adalid de la corrupción judicial. Su corrupción es primaria, y por eso muy perseguible. La corrupción sofisticada es un hueso mucho más duro de roer. Hasta deberíamos darle las gracias por su sinceridad. O como dicen en las películas: a la cárcel sólo van los tontos.

 

Eulogio López