Seguimos igualito que en 2007: la causa de la crisis es el financismo, es decir, una economía donde el productor está sometido al especulador financiero, donde el dinero, mero instrumento de cambio, y no la aportación al bien común, constituyen la clave de todo el entramado y donde las bolsas parasitizan a la economía real y los gobernantes irresponsables emiten deuda sin límite hasta llevar a la ruina a sus ciudadanos.

Son los políticos, aún más que los intermediarios financieros, los que alimentan el incendio de la especulación financiera con la deuda soberana.

La crisis nació en 2007 en Estados Unidos. Era especulación privada. Para entender esta primera versión de la crisis de la economía financista, lo mejor es que contemplen el número humorístico de "La última risa", que ya les he aconsejado en otras ocasiones: divertido, instructivo y genial.

Ahora estamos en la segunda parte de esa crisis, que se vive en el escenario de Europa: la crisis de la deuda soberana. Digamos que hemos pasado de la crisis financista privada a la pública. Se necesitaban nuevos humoristas para explicar el fraude que, como todos los fraudes es muy sofisticado y a la vez extraordinariamente simple. Para ello, vean esta composición internetera sobre los burros. Otra genial explicación de la crisis financista, asequible a todos. Alguien lo ha titulado con mucho tino: "Lo entienden hasta los burros".

El premier griego Giorgos Papandreu me cae bien. Se ha dejado llevar por el financismo, ciertamente, pero ya ha tenido dos rebeliones. Empezó cuando el primer rescate de la Eurozona a Grecia, en su famosa frase: "Son profecías autocumplidas hasta llevar a la quiebra a un Estado". Luego volvió a ceder ante los financistas, porque es difícil nadar contra corriente. Ahora pasa de las palabras a los hechos y propone un referéndum sobre el segundo rescate, así que Alemania y Francia han montado en cólera. Amenazan con expulsar a Grecia del euro, pero saben perfectamente que eso sería el final de Eurolandia. Lo cual, no tiene por qué ser malo. Al menos alguien debería pensar en refundar el euro.

Eulogio López

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