Hasta el mismo Bush se ha visto obligado a aclarar que Estados Unidos no tiene previsto un ataque a Irán, segundo productor de gas del mundo y cuarto de petróleo. Es igual: los mercados financieros no se fían de él. En los centros de estudios económicos ya se habla del tridente: Islam, Rusia e Iberoamérica, tres puntales para hundir a Occidente con un combustible a precios prohibitivos. El petróleo y el gas se han convertido en el arma más eficaz del siglo XXI tras el protocolo de Kioto. Pese a todo, Occidente se muestra remiso a relanzar la energía nuclear
Semana Santa caliente. El mercado madrileño descendía un 1,2%, la mayor caída desde octubre del pasado daño, con caídas aún más fuertes en Francfort y París, acompañadas de descensos en Londres y Nueva York. Y un día después, el miércoles, la tónica bajista continuaba.
Y no hay razón alguna para ello, justo cuando conocíamos que la zona euro creció durante el último trimestre de 2005 un 0,3% que, vista la historia reciente, no está nada mal. No, la razón está en los precios del petróleo, absolutamente disparados, y en unos precios del gas que el Protocolo de Kioto ha convertido en el combustible estrella- que trata de alcanzar al del petróleo, El presidente iraní Mahmud Ahmadineyad, aseguraba que su país ya era una potencia nuclear, toda vez que había terminado su programa de producción de combustible nuclear, paso previo al enriquecimiento de uranio. Estados Unidos, y cada día que pasa más líderes europeos, ha dejado de confiar en la Agencia Internacional de la Energía Atómica y en su primer ejecutivo Al Baradei, el hombre que puso en ridículo a Washington en el asunto de las armas secretas de Sadam Husein, porque ahora se empeña en respaldar a Irán y en ralentizar cualquier opción, esta vez no unilateral, de Naciones Unidas contra el régimen de los ayatolás.
Hasta el mismo presidente norteamericano George Bush se vio obligado a desmentir que no taba previsto un ataque a Irán, justo cuando el petróleo empezaba a rozar los 70 dólares/barril en determinados mercados. Un precio que beneficia mucho a la Bush Oil y a los intereses petrolíferos de destacados miembros del Gobierno norteamericano, pero que puede conducir a una crisis económica en todo Occidente.
Ese es el error de los grandes centros de pensamiento, allá donde bullen las tormentas de ideas, preferentemente pertenecientes a grandes bancos, que son los que menos publicitan los estudios pero los que más los utilizan como estrategia seguir, muco más que las instituciones públicas. Para los centros de estudios, estamos aproximándonos a una nueva crisis del tamaño, grosor e intensidad la de crisis del petróleo de 1973, la primera de la era contemporánea y la que dio nombre a todas las que vinieron luego.
En primer lugar, tenemos a una OPEP formada por 11 miembros, ni uno solo de los cuales puede calificarse como democrático. Entre los economistas ya se habla del tridente: Rusia, Irán e Iberoamérica. Irán, como representante de un mundo islámico que ha dejado de temer a Occidente y que ahora lo que pretende es conquistar a Occidente. Rusia, por otra parte, no se resigna a ser una potencia de segunda, y junto a Irán y Nigeria constituyen los dos grandes países productores de gas. Queda Iberoamérica, cada vez más dominada por la demagogia populista e indigenista que lidera Hugo Chávez. Las tres púas del tridente coinciden en su intento de poner a Occidente de rodillas: Irán y el mundo islámico, Rusia e Iberoamérica, especialmente la Venezuela de Hugo Chávez y la nueva potencia gasista: la Bolivia de Evo Morales. No olvidemos que el Protocolo de Kyoto ha convertido al gas en combustible estrella, y que el gas sigue la estela del petróleo en cuanto a carestía.
Y todo ello pilla a Occidente dividido : Bush ha perdido otro aliado en Bagdad, Italia, con la victoria de Romano Prodi, que ya ha prometido retirar a las tropas de Irak. Quizás por ello, Occidente todavía no empuja con la suficiente fuerza en la alternativa nuclear, abandonada a las dos orillas del Atlántico, A los estudiosos no les sirve el renacimiento nuclear, entre otras cosas porque se precisa una década para que Occidente supere el paréntesis nuclear, una central no se improvisa. Un programa nuclear, tampoco.