Mis amigos judíos están convencidos de que Europa es un continente en decadencia. Yo también, pero esa no es la cuestión. Hablo del sentir de gente práctica para quien el despectivo insulto de ese villano llamado Donald Rumsfeld (la vieja Europa) no es más que una descripción. En efecto, Europa es un continente en decadencia. ¡Qué le vamos a hacer!
Mi amigo judío no tiene problema alguno con el divorcio... y con alguna cosilla más. Pero entonces es cuando me suelta:
-¿Cuánto tiempo crees que tardará Europa en admitir en su legislación la poligamia y la poliandria? Si se admite una fórmula matrimonial con las unión de dos gays...
La verdad es que la pregunta se las trae. En efecto, un matrimonio gay resulta más antinatural que un señor casado con varias mujeres o una mujer regentando a varios varones (esto último sólo lo he visto en la comedia musical "La Leyenda de la Ciudad sin Nombre", pero todo es cuestión de indagar precedentes históricos). Por otra parte, Europa está acostumbrada a la poligamia. Ya lo dicen los musulmanes: ocurre que nosotros practicamos la poligamia.... y ustedes, los occidentales, la poligamia sucesiva. Por lo demás, nada nuevo bajo el sol.
Pero tanto la poligamia como la poliandria son fenómenos, en efecto, menos graves, que las uniones civiles que pregona nuestro Mariano Rajoy, un torero para España. Por lo menos, la subsistencia de la raza humana queda asegurada o, en el peor de los casos, es previsible. Con el llamado matrimonio homosexual, el asunto se vuelve más complejo, más que nada porque las palabras se vengan siempre, y hay que reconocer que si es matrimonio, no es homosexual, y si es homosexual, no hay sexo por sitio alguno, sino penetración anal, que es otra historia.
No obstante, me mantengo en mi periodo de asombro. ¿Es que nadie va a decir nada ante la nueva frontera del 'marianismo rajoniano' y centro reformista? El PP promueve las uniones de hecho, que, te pongas como te pongas, es el matrimonio gay. Y no son pocos, es más, son mayoría, quienes, ante este nuevo avance centro reformista, vuelven a mirar hacia otro lado, hablan del mal menor, porque, claro, los rojos son peores. (¿Cómo se las arreglarán estos rojos para ser siempre peores?).
Eso sí, no me gusta esa idea determinista: no, Europa, la vieja Europa (la vieja puta, que dicen los irlandeses, gente jovial pero con una lengua muy larga), no tiene por qué caer en el abismo. Todo es susceptible de empeorar y de mejorar. No hemos aprendido la mayor lección de la caída del Muro. A comienzos del año 89, meses antes del gran derrumbe, todo el mundo seguía creyendo que el comunismo sería eterno. Frente a él. Lo más que se podía lograr era el empate, nunca la victoria. Pues bien, en pocos meses, casi semanas, el comunismo, la tiranía del siglo XX, se derrumbó como un castillo de naipes.
Con el matrimonio homosexual ocurrirá lo mismo: cuando todos los necios hayan tragado con la nueva norma, en nombre del mal menor, será la minoría, previsiblemente los propios interesados, quienes caigan en la cuenta de la memez en la que viven. Y entonces se derrumbará el 'Muro de Berlín'. Mientras tanto, seguimos pensado 'a lo Rajoy', originalísima forma de pensar, que consiste en no pensar en nada: mismamente en el mal menor.
Eulogio López