Abortó en una clínica privada cuando estaba embarazada de diez semanas. Fue la peor experiencia de su vida.
El médico le practicó un aborto por succión bajo anestesia general. Una hora después estaba sentada en el coche de su pareja. Él le aseguró que había hecho lo correcto. Pero en ese instante supo que había cometido el error más grande de su vida. El sentimiento de vacío era insoportable y todo lo que ella podía pensar era cuánto quería que su bebé regresase. Lo que ya era imposible.
Su testimonio, estoy seguro, impresionará vivamente hasta el más acérrimo defensor del aborto: "La tragedia para mí –y para miles de mujeres como yo– es que solo cuando es demasiado tarde nos damos cuenta de lo preciosa que es cada vida". Esa vida que se desarrolla en el seno de las madres es mucho más que un grupo de células que se pueden matar, sin consecuencias. Con la concepción comienza la vida de un ser humano. ¿Quién se atreverá a negarlo?
El aborto ha dejado de ser una simple estadística. En la actualidad, por mucho que les pese a los propagandistas de lo que ellos llaman IVE (interrupción voluntaria del embarazo), es una realidad vivida, un problema sanitario, social. Un dramático acontecimiento que empieza a ser contado y narrado en la prensa, radio, televisión e internet. Los testimonios de las mujeres son el relato de la realidad, aseveraba una de las conclusiones del congreso "Mujer y Realidad del Aborto", organizado por el Foro Español de la Familia.
Clemente Ferrer Roselló
clementeferrer@yahoo.es