Por eso, el pasado domingo, los benedictinos del monasterio allí ubicado decidieron celebrar una misa al aire libre. La homilía una joyita corta y enjundiosa, que merece la pena leer- corrió a cargo de Santiago Cantera, a quien conocí como profesor del CEU. Y algo debe tener de periodista el mosén, porque reaccionó con rapidez a los mensajes que apenas 12 horas antes había lanzado Benedicto XVI. Después de todo, para quien escucha sin prejuicios, el mensaje de Papa a España fue muy claro y puede resumirse en dos renglones:
1.Debemos perder la vergüenza de hablar de Cristo. Los católicos españoles somos cobardes, por eso nos pasa lo que nos pasa.
2.Vivimos tiempos de persecución, de odio a Cristo y a sus seguidores. En este caso, la pena no es de muerte aunque todo podría llegar-, sino la condena al silencio, al anonimato, a la oscuridad. ¿Por qué en 1931 se mataba a los católicos y hoy se les permite existir siempre que no se manifiesten como tales y no pronuncien en voz alta el nombre de Cristo? Pues muy sencillo, porque hace 80 años se odiaba a los cristianos, pero ahora se odia directamente a Cristo. Es un salto cualitativo en animadversión.
El Gobierno, a toda la progresía de derechas, que anida mayoritariamente en el PP de Rajoy y todo el pensamiento políticamente correcto, aborrecen el Valle de los Caídos no por la leyenda del presunto campo de concentración de republicanos -que ya nadie en su sano juicio puede defender- ni tan siquiera porque allí estén enterrados Franco y Primo de Rivera. También hay muchos republicanos y los benedictinos veneran sus restos con idéntico respeto.
No, lo que no soporta la progresía es la cruz, esa cruz enorme, majestuosa, retadora, irritante con su sola presencia. ¿Cómo se atreven a exhibir ese símbolo repugnante visible desde toda la zona norte de Madrid? Por eso el empeño de destruirlo. Si se tratara de una cruz perdida en el campo, visible sólo para un puñado de devotos chiflados tendría pase. Pero ésta constituye una provocación. Lo que no soportan es su tamaño.
Es tiempo de mártires, es decir, de valientes. Hoy, el único pecado es callar.
Eulogio López
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