El ciudadano siempre ha tenido en su mano el poder para cambiar el mundo, pero le ha faltado imaginación y valor para ponerlo en práctica.
Uno de los errores más comunes, es pensar que unas reivindicaciones, por el hecho de desearlas, las van a conceder. Y así, lo inútil de esta huelga, que la poca presión que puede ejercer contra el Gobierno, es contrarestada por unos servicios mínimos que no se deberían respetar, como no se han respetado los derechos de los trabajadores.
En esencia, si demandas algo al poder. Búscate un socio poderoso que lo pida por ti. A fin de que no se la puedan denegar.
Tú, como ciudadano, al rico le importas en la medida de tu nivel de ahorro y tu nivel de consumo. Sólo se trata de atacar el punto flaco de los poderosos, aquello que les da miedo que pueda ocurrir.
Tomemos el caso del banquero: tomará parte por tu causa, cuando peligre tu inversión en su banco o caja de ahorro. La determinación del ciudadano al banquero sería la siguiente: Mire, hasta el día de hoy, he tenido mis ahorros en su entidad financiera, y gracias a ello, ustedes han podido especular y lucrarse. Ahora necesito que hablen con tal político, para que retiren la reforma laboral. Hasta que no convenzan ustedes a los políticos, sacaré mi dinero del banco, y lo meteré debajo de un ladrillo. Cuando solucionen este problema volveré a ingresar mi dinero.
Si lo hacen todos los huelguistas los teléfonos de importantes despachos no van a dejar de sonar, ante el temor de hacer saltar la banca por falta de liquidez.
Se dice que una mosca no puede nada contra una mula, pero miles de moscas, sí pueden.
No importa la cantidad de dinero ahorrado, dejar sólo ingresado el dinero para pagar la luz y otros servicios esenciales.
Igual ocurre con la iglesia: Si los huelguistas acuden en masa al obispado solicitando la presencia del obispo o su delegado, y le dicen: Mire, como vemos que no les preocupa el deterioro laboral de sus feligreses, y no excomulgan a todos los que han aprobado la reforma laboral nos vamos a dar de baja de esta iglesia, que permite que unos cristianos se hagan ricos a costa de otros cristianos.
El lema de las pancartas de la huelga No votemos más, cualquier ama de casa llevaría el país mejor que los políticos, democracia participativa.
Toda utopía tiene un principio, hasta que se convierte en realidad. Ya se ha dicho si no cambias tú no cambia nada. Perdamos el miedo a los ricos y recobremos nuestra dignidad y capacidad de decisión como ciudadanos.
Un obrero de iglesia pobre.
Antonio Cánaves Martín