"Un chándal menos", ha comentado, inclemente, un articulista español. La verdad es que la puesta en escena de Hugo Chávez (en la imagen) resultaba un tanto molesta, tan molesto como el chándal de Fidel Castro, ese buen hombre que nos enterrará a todos, vaya que sí.
No sé si a Hugo Chávez le consolarán las multitudes que pasan a través de su ataúd y no me gusta su adversario Capriles. Pero lo cierto es que se está creando en Hispanoamérica, también en España, un movimiento de claros tintes autoritarios pero que llega al poder mediante las urnas, democráticamente. Y una vez que llega, va cercenando las libertades. Todo aquel que se niegue a someterse, sea la Iglesia, los medios informativos, las asociaciones, son amenazados y atemorizados. Al final, con un poco de suerte, acabamos en Cuba, que es el modelo de todos.
El invento se llamó siempre democracia popular. Experimento demoautoritario para que las elecciones se conviertan en mera coartada. Nunca como ahora Gramsci se ha llenado de razón: Nada de violencia. Resulta mucho más eficaz destruir la democracia infiltrándose en ella y utilizando sus propios instrumentos para manipular a las masas.
Y ahora, en Iberoamericana, la renacida democracia popular tiene unos claros tintes antiespañoles y anticristianos. Sí, porque, como el nacionalismo catalán, une catolicidad con españolidad. Estos chicos se han enterado de que España ha dejado de ser católica pues ahora tiene más pasado cristiano que presente.
Hablo de Venezuela, Ecuador, Bolivia, Uruguay, Nicaragua o Argentina. Este último experimento de populismo, el más peligroso de todos, por la relevancia del país. Obsérvese que estas democracias populares insisten en su odio a Estados Unidos y al capitalismo anglosajón pero les imitan en las cuestiones más importantes: por ejemplo, en la promoción del crimen del aborto o en la banalización del sexo y de la familia. Y también coinciden en su aversión a la Iglesia. Cuando Chávez llamaba travestido al obispo de Caracas sabía lo que hacía y por qué lo hacía. Un personaje como el ecuatoriano Correa es capitalista, anticlerical y muy progre. Condiciones perfectamente compatibles.
Chesterton decía que "Lo más prudente es gritar antes de ser heridos. Casi siempre es primordial resistirse a la tiranía antes de que exista". El disfraz democrático del nuevo demoautoritarismo que cunde en Iberoamérica exige gritar ya, cuanto más alto mejor, para proponer la única receta posible con vistas a evitar que el populismo acabe por quitarse la máscara y termine en tiranía pura y simple: la limitación de mandatos en el poder. ¿Cuántos años llevaba Chávez Claro que para eso España debería antes predicar con el ejemplo.
Eulogio López
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