Más que un viaje, un viacrucis agosteño pero que resulta muy representativo sobre un servicio como el de las aerolíneas, que debiera ser público, en el sentido de servir al público. Ojo al dato: nuestro españolito compra y paga un billete de ida y vuelta con Vueling, Madrid-Atenas y Atenas-Madrid, aunque el viaje de vuelta ya le obliga a volver con Swiss Air vía Zurich. La primera en la frente.
Al final, consigue los enlaces pero en este mundo nada es perfecto, por lo que le pierden la maleta. La recupera a la semana pero no el hotel, como estaba previsto, sino que se la dejan en el puerto. En principio, Vueling asegura que pagará lo establecido en la norma por su error, pero como el viajero ya no se fía, acude a una página -elreclamador.com- (15% de comisión) y, a partir de entonces, la compañía se cierra en banda.
No olviden este detalle de la necesidad de intermediarios para reclamar un fallo propio en el servicio porque la historia continúa. De hecho, para reclamar a Vueling debes llamar a un oneroso 902, donde te hablará una máquina y donde, en consecuencia, te tienen esperando más de seis minutos… pues Vueling no está para perder dinero con reclamaciones sino para ofrecer un mal servicio primero y luego cobrar por las reclamaciones en forma de factura telefónica. Por cierto, más de 15 días después aún no ha recibido respuesta de Vueling, siempre sensible a las críticas de los viajeros.
Visto lo visto, y trascurrida la estancia en Grecia nuestro hombre cambia de compañía y compra un billete para España en vuelo directo Atenas-Madrid. Sólo que comete el 'error' de volver con la compañía hermana Iberia. Compra por Internet directamente en Iberia. Pago con tarjeta, coste asumido… pero billete inválido. ¿Qué ha sucedido Nos informa el reclamador, que no la compañía, pero todo huele a que había vendido más billetes de los posibles.
Total, que cuando el pasajero llega al aeropuerto de Atenas se encuentra con que su billete no vale. De malas formas, la empleada de Iberia en el aeródromo griego le suelta la bronca al interesado, le informa con grosería manifiesta en dónde se lo pueden arreglar y, en pocas palabras, le hace perder el vuelo (total, ya estaba lleno). Vuelo pagado y cuyo importe hay que reclamar, bien a la compañía, que se lo toma con calma o bien al banco para que paralice la transacción.
Y a comprar otro billete en otra compañía. A coste desorbitado, claro está, por tener que volver el mismo día. Los billetes comprados a última hora -en este caso a la fuerza-. Tras el desastre Vueling-Iberia no son al mejor precio. Para ser exactos, le piden 1.000 euros por un traslado Atenas-Madrid (400 la ida y vuelta Madrid-Atenas-Madrid) o coger otro vuelo para hacer enlace. Pero ese no es el asunto: el asunto es que Iberia había vendido un billete que no podía ofrecer.
Así que, una noche sin dormir, nuestro viajero españolito se ve obligado a comprar otro billete en otra compañía. Ahora hay que reclamar a Iberia, quien responde como su hermana gemela Vueling. Y si te atreves a reclamar, olvídate de ellos: alegarán hasta la frontera del juicio (¿seis meses) y entonces cederán para no pagar las costas.
Ryanair cayó en picado cuando su mentor, el impresentable Michael O'Leary reconoció que su política consistía en 'maltratar al cliente". Ahora ha cambiado porque los clientes no son tan masocas como él creía. Pues eso.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com