Mediapark llegó a ser la primera productora española de material audiovisual, especializada en canales temáticos para la televisión de pago. Fue la primera víctima de Polanco, tras la fusión digital y la consecución del monopolio. Simplemente, el democrático editor le advirtió que no pensaba cumplir el contrato heredado de Vía Digital y lo rompió unilateralmente al grito de son lentejas.
El principal accionista de Mediapark era Iberdrola, que, naturalmente, se vio obligado a hacerse cargo del estropicio. Y venderlo. Y al fin lo ha logrado, asumiendo las correspondientes pérdidas. Dos son los compradores: los cableros de ONO se quedan con los canales temáticos (aunque Iberdrola seguirá como propietaria de la mitad de esa sociedad), y la productora catalana Mediapro con el parque audiovisual.
Se da la circunstancia de que Mediapro es la obra de Jaime Rouras, un hombre ligado al PSOE y, especialmente, al Tripartito catalán, que dirigiera la rebelión pancartera de la farándula y el mundo del cine contra la política de José María Aznar en Iraq. ¿Lo cogen? Primero Polanco esquilma el gran activo de Mediapark. Más tarde, su correligionario ideológico (Mediapro sigue negociando la fusión con Globomedia, bajo la mirada amiga de la televisión pública y de Polanco, dispuestos a comprarles todas sus producciones) se queda con la mejor parte de Mediapark.
¿Comprenden por qué el mundo de la producción audiovisual está controlado por quien está controlado?