Sr. Director:
Hemos vivido un tiempo de enfrentamiento entre el Gobierno y la Iglesia. Mejor dicho, estamos viviendo. El Gobierno sigue impertérrito con todas y cada una de sus propuestas a pesar de la opinión de la Iglesia. No ha modificado un ápice su posición.
Pero esta Iglesia a la que hoy se combate y se fustiga es la misma que en vida de Franco dio cobijo a asambleas y reuniones clandestinas, que envió a las fábricas a curas obreros, que propicio en gran medida el advenimiento de la democracia. Muchos de los que hoy gobiernan buscaron el cobijo de instituciones, clérigos y personas de Iglesia. Cobijo que en algunos casos terminó con la conversión de muchos católicos a la causa social-comunista. La JOAC, el Padre Llanos, etc, etc, son ejemplos claros de conversión ideológica.
Muchos entendieron que esta pelea de hombres de Iglesia, era una pelea por la libertad. Y la aplaudieron.
Pero las cosas han cambiado. Muchos de aquellos a los que dio cobijo la Iglesia, que se sirvieron de ella, hoy, forman parte del partido del Gobierno. Pero la Iglesia sigue igual, manifestándose por la libertad, clamando por la Verdad, exigiendo el reconocimiento a expresar su opinión como una institución mas, reclamando los derechos que le corresponden, manteniendo una opinión en ocasiones contraria a la opinión del Gobierno. Y eso les irrita. Por estas opiniones, a algunos les gustaría someter a la Iglesia al ostracismo.
Quién lo iba a decir. Que la Iglesia sea hoy la única institución con fuerza moral para poner sobre la mesa verdades contrarias a los planteamientos del gobierno; la única garantía para impedir el adoctrinamiento, para evitar el totalitarismo del estado, para salvaguardar la democracia.
El bien de la democracia demanda que haya una institución que hable de la moralidad de sus actos, que sirva de contrapeso a la propia democracia. Si no, la democracia se absolutiza, tiende a convertirse en un bien absoluto. Sin pretenderlo, termina pareciéndose a una dictadura.
Manuel Fidalgo Yebra
manuelfidalgo@hotmail.com