Las leyes, y las normas en general, existen porque son necesarias para que sea viable la convivencia pacífica y fructífera entre personas, y no un caos.
Sin ellas, harían falta muchas desgracias para que cada uno fuera aprendiendo porqué debía o no hacer algo en concreto con su libertad.
Por tanto el pretender que la libertad signifique hacer lo que a uno le da la real gana o "te están imponiendo algo", además de ser demagógico, es infantil. La incapacidad para comprometerse y la irresponsabilidad llevan a veces a querer "redecidir" las reglas del juego constantemente.
El, ahora famoso, derecho a decidir suena muy bonito y se puede aplicar a cualquier cosa que no nos guste, en Cataluña, en el Parlamento o donde fuere, pero es obvio que ninguna sociedad se puede permitir tener infinitos derechos sin pisarse estos entre sí.
Javi Blasco Sendra