Insisto: la ecuación de la inmigración es doble, por un lado, fronteras abiertas a quien huye del hambre, pero, eso sí, máxima exigencia de respeto al país de acogida. Una exigencia que no se satisface con cumplir el contrato de trabajo.
Lo más llamativo del reportaje es la actitud de la Delegación del Gobierno, con esa cursilería progre que convierte la solidaridad en eufemismo. Como dicen los que sufren la violencia de los inmigrantes que se han quedado sin trabajo: si son inmigrantes, ¿como quieren que les llamamos?
La idiocia del zapatismo considera que el listón de solidaridad se cubre cuando al negro se le califica como subsahariano -hay que ser cursi-. Pues no, es negro, lo que ocurre es que hay que acoger a los negros, y a los hispanos y a todo aquel que venga a sobrevivir y a mejorar su vida. Y al mismo tiempo hay que exigirle respeto a las costumbres europeas. Y si no, en efecto, fuera. No basta con cumplir el contrato laboral ni hay que expulsar al inmigrante que se queda sin ese contrato. El hombre es sujeto de derechos, algo más que un homo faber.
Lo que está ocurriendo ahora es que los inmigrantes, que tanto han colaborado a la economía española, aceptando los trabajos que rechazaba el nativo, se encuentran ahora sin ingresos y por nada del mundo quieren regresar a sus países de origen. Y algunos de ellos se dedican a robar. Ocultar estos hechos resulta tan falso como tonto. ¿La solución es cerrar las fronteras? No, la solución es abrir la economía.
Claro que para que te respeten, primero tienes que respetarte a ti mismo. Y cómo se va a respetar un hombre como ZP que no cree en la historia de España o que, mejor dicho, considera que nada bueno pasó en España hasta el 14M de 2004 en que él se convirtió en presidente y terminó con la caverna.
Eulogio López
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