Son muy graves los casos de abusos sexuales a menores, ya dijo Jesús: El que escandalizare a uno de estos pequeñuelos que creen en mí, más le valiera que le colgasen al cuello una piedra de molino de asno y le hundieran en el fondo del mar (Mt. 18,6).
Jesús en ésta parábola se refiere a todos los que escandalizaren. Tengamos en cuenta que en los 50 últimos años ha habido 300 casos de abusos de pedofilia entre los sacerdotes, mientras entre el resto de instituciones, profesiones, familiareshan sido más de medio millón.
El Papa ha sido contundente, como Jesucristo lo fue; ha reconocido, ha pedido perdón, ha dicho: es necesaria una acción urgente para contrarrestar estos factores, que han tenido consecuencias tan trágicas para la vida de las víctimas y sus familias. Este reconocimiento, junto con un sincero pesar por el daño causado, debe desembocar en un esfuerzo conjunto para garantizar que en el futuro estén protegidos de semejantes delitos.
¿Por qué no arremeten con la mayor parte de estos casos de pederastia que han sido cometidos por otros? ¿Y no sólo que han ocurrido, sino que a diario están sucediendo sin que nadie se rasgue las vestiduras? La sociedad no puede lavarse las manos sobre una lacra que afecta a todos sus estratos, utilizando como cabeza de turco a la Iglesia Católica.
Es tan grande el odio hacía la Iglesia que son incapaces de condenar a esos grupos políticos, como ocurre en Holanda, que están exigiendo la legalización de la pedofilia y también de la prostitución. Eso sí que es una auténtica aberración, ¿no creen?
Nieves Jiménez