Don José María Bergareche, primer ejecutivo de Vocento, primer grupo de prensa español, propietario de la cadena de emisoras Punto Radio y socio de Berlusconi en Tele 5, considera que los confidenciales de Internet carecen de rigor: "Con nosotros no aciertan nunca". Lo decía el mismo día en que ninguno de sus periódicos, incluido el ABC, tuvo la decencia de citar a este confidencial, que lanzó la exclusiva de la oferta de compra de ONO por AUNA. Simplemente, la copiaron y ampliaron, seguramente para proporcionarle más rigor. Y es que el "Pitu" estudió en La Comercial de Deusto donde la asignatura de Ética aún estaba en mantillas.

 

La verdad es que el grado de degeneración mental de los prohombres de la prensa española ha adquirido un ritmo acelerado. Juan Luis Cebrián da lecciones a la prensa cibernética (bueno, para ser exactos nos da lecciones a todos, oiga), mientras ha convertido al Grupo Prisa, a Canal , a Localia, a Sogecable en el mayor mercado de la prostitución y pornografía existente en España.

 

Pedro J. Ramírez, director de El Mundo, afirma que los confidenciales chantajean al Gobierno cuando es él quien chantajea a ministros y empresarios, bajo permanente amenaza de publicar un escándalo. Bergareche, afirma, sin que se le mueva el rictus, que la telebasura no existe, que es un término utilizado demagógicamente para desacreditar a los dos canales de televisión privada (A-3 TV y Tele 5), y se queda tan fresco. Crónicas Marcianas o Gran Hermano tienen perfecta cabida en la televisión española… siempre que la pública Radiotelevisión Española se encargue de esa cosa llamada "servicio público". Es decir, lo que quiere Bergareche es lo siguiente: Que los españoles asuman las pérdidas y la televisión pública rezlice la televisión plúmbea, mientras que los grandes editores se quedan el dinero y la influencia. Y por influencia entendemos decidir lo que se debe y lo que no se debe decir, .lo que se puede y lo que no se puede pensar. En definitiva, lo que quieren los grandes editores es marcar el discurso cultural imperante, controlar la libertad de pensamiento. Para ello emplean una teoría que, en nombre de la "igualdad de oportunidades", confunden sociedad con capital y liberalismo con capitalismo.

 

Y ya inmersos en esta atmósfera decadente, Bergareche incluso defiende a sus prodigios de la información audiovisual como los precitados Gran Hermano o Crónicas Marcianas, y afirma que uno de los objetivos de su grupo es cuidar por los derechos de la infancia y la juventud (en serio) y defender una serie de valores.

 

Y sin inmutarse, Bergareche exige al Gobierno que "suprima las incompatibilidades empresariales". En otras palabras, que se les permita operar dónde y como les dé la gana, en televisión de pago y en abierto, en televisión nacional y local, en radio, prensa e Internet (precisamente eso es lo que les fastidia: que Internet no logran controlarla). En nombre de "la igualdad de oportunidades" y de "la higiene democrática", claro está. El Gobierno está feliz, porque siente a su alrededor un lobby editorial perfectamente amaestrado, que, a cambio de que se mantenga el sistema imperante, nunca hará más sangre de la necesaria. El sistema mediático y político actual puede resumirse así: licencias de explotación a cambio de critica civilizada (esto es, ausencia total de crítica). Y el que se salga del sistema, simplemente demuestra, como los confidenciales de Internet, una lamentable falta de rigor.  

 

Todo ello muy cierto: Polanco, Bergareche y Pedro J. Ramírez deben tener las mismas oportunidades… de controlar el patio informativo, cada día más parecido al Patio de Monipodio. La exigencia de supresión de incompatibilidades es la más curiosa de todas. Miren ustedes, el crecimiento de la industria mediática audiovisual en Estados Unidos se hizo según dos normas muy claras: el que producía no emitía, y el emisor federal no podía ser emisor local. Sólo cuando ambos mercados estuvieron maduros, se permitió libertad máxima. En España, lo que ha habido es una concentración de medios de forma piramidal: prensa, radio, televisión de pago y en abierto, y producción. Todo ello con el correspondiente maridaje entre Gobierno y editores. Ahí, en el proceso de concentración, es donde radica todos los males.

 

Y es que la batalla cultural y editorial no se produce entre la izquierda y la derecha, ni entre posturas estatistas o capitalistas. No, la batalla cultural actual, la gran batalla de la sociedad de la información, se libra entre lo grande y lo pequeño (como siempre, dicho sea de paso). Los grupos multimedia son lo grande; los confidenciales de Internet son lo pequeño. Y de la misma forma que los flamantes hipermercados acusan al pequeño comerciante de cutre, los grandes editores, como el "Pitu" Bergareche, acusan a los confidenciales de falta de rigor. En tiempos coloniales, las grandes potencias calificaban de salvajes a los pueblos conquistados, y los ricos siempre han considerado que los pobres algo habrán hecho para encontrarse en esa situación, porque el rico no puede comprender por qué si alguien tiene hambre, no toca la campanilla para llamar al servicio.

 

Lo grande es tan riguroso como cobarde. Protege los intereses de los poderosos de la política y la economía, más que nada porque los editores pertenecen a ese mismo club de los poderosos. Es una cuestión de clases. Por eso, las tonterías de Bergareche fueron pronunciadas en el Hotel Ritz de Madrid: "Comme il faut". Lo pequeño, los confidenciales de Internet, pueden meter la pata, pero simplemente dicen lo que los grandes se guardan bien de callar y ocultar.

 

Eulogio López