Barack Obama (en la imagen) está haciendo bueno a George Bush. Si la intervención en Iraq fue un desastre la de Siria puede ser aún peor.
Y es que, como buen progresista, y actual portavoz del Nuevo Orden Mundial (NOM), Obama está empeñado en ser reconocido como el hombre más poderoso del mundo y en establecer una equidistancia -imposible e injusta- entre el fanatismo islámico y lo que él considera fundamentalismo cristiano. Esto es con esos hombres -como dijo en cierta ocasión- amarrados a "la biblia y al rifle".
El problema es que Al Asad no es un fundamentalista cristiano. Primero, porque es musulmán, sólo que no fantástico; segundo, porque el fundamentalismo católico simplemente no existe.
Barack Obama haría mejor en exigirles a los países árabes, también a sus aliados, especialmente a Arabia Saudí, especialista en masacrar cristianos, que respetaran la libertad religiosa de los cristianos, cosa que no hacen, como paso previo para reconocerles en la esfera internacional.
Y antes de bombardear o invadir Siria y provocar otro régimen fanático en Damasco, harían mejor en forzar la conferencia de paz en Suiza, entre el Régimen y sus oponentes. No se engañen, el Ejército de Liberación de Siria, con un cristiano como marioneta portavoz, y está controlado, sobre el terreno, por Al Qaeda, dentro de la eterna guerra entre suníes y chiíes que se libra en el interior del Islam (Al Qaeda es suní mientras Irán, que no Al Asad, es chiíta).
Occidente no tiene que proteger ni a unos ni a otros: lo que tiene que hacer es proteger la libertad de los suyos, los cristianos, sea en países árabes, que le venden el petróleo, o en aquellos otros que simplemente odian a Occidente.
Eulogio López
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