Sr. director: 

Bien está la reforma del IRPF con la bajada de tipos, el mínimo vital y las deducciones por guardería y desplazamiento que  entró en vigor el pasado 1 de enero. Está bien pero no es suficiente porque soslaya dos novedades sociotecnológicas fundamentales: la Informática y el Medio Ambiente. No se ha llegado a un IRPF del siglo XXI, aún sigue siendo vigesimonónico.

El IRPF reformado ignora la Informática porque continúa siendo simplemente un impuesto directo, cuando debería integrar todos los flujos monetarios entre la Administración y el administrado. Idealmente se convertiría en una especie de cuenta corriente, en cuyo DEBE se asentaría la cuota líquida del propio IRPF, el Impuesto sobre el Patrimonio, las multas de tráfico, etc., y en cuyo HABER se anotarían las retenciones del IRPF, las becas, las pensiones, los subsidios, etc.  Tal cuenta se saldaría una o varias veces al año con la correspondiente transferencia UNICA en uno u otro sentido. La ayuda de 100 €/mes a las madres trabajadoras debería integrarse en esta moderna cuenta corriente fiscal.

A la evidente ventaja de la simplicidad se añadiría la del control, que evitaría desaguisados tan lamentables como los que ahora empiezan a subsanarse: becas a familias de altas rentas (declaradas en IRPF) o complementos de pensiones a perceptores de suficientes ingresos procedentes de otras fuentes.

El IRPF que acaba de implantarse ignora también el Medio Ambiente, que será el principal criterio impositivo del futuro inmediato. Los impuestos verdes o ecotasas, que graven las actividades contaminantes y los  recursos escasos (agua, aire, espacio urbano, ...) se perfilan como la única manera  de preservar el Medio Natural, convirtiendo en costes económicos lo que hasta hoy tan solo son costes ecológicos. Poco a poco, la presión fiscal se irá desplazando desde el ingreso (renta, IRPF) al gasto dañino para el Patrimonio común (por producir cualquier consecuencia socialmente costosa, desde el ruido a la polución del aire o a la contaminación del agua). Pero las futuras ecotasas, impuestos indirectos al fin y al cabo, solo se aceptarán políticamente si a la vez se compensa a los pobres que hayan de pagarlas. Y para eso puede servir el IRPF-flujo único, para compensar a los menos favorecidos del impacto que, por ejemplo,  un agua de abastecimiento a precio disuasorio tuviera sobre sus economías. Con tal impuesto-subsidio, ya nunca más se podría aducir, en defensa del mantenimiento de precios artificialmente bajos, divorciados de los costes no solo ecológicos sino económicos, el demagógico argumento de que "se trata de bienes de primera necesidad".

Eloy Matilla