Cuando el avión despegó del aeropuerto de Barajas, con destino al de Ben Gurión en Tel Aviv, tuve el convencimiento de que iniciaba un viaje no comparable a ningún otro realizado anteriormente.
Y así resultó. Fueron quince días viviendo en el "St. Thomas Home", propiedad del Patriarcado Sirio Católico, a pocos pasos de la ciudad antigua de Jerusalén. Me acostumbré a pasar, casi a diario, por la puerta de Damasco y a cruzar el barrio musulmán, con sus ruidosos vendedores, por las estrechas y escalonadas callejuelas. Casi sin darte cuenta, entrabas en el barrio cristiano y te encontrabas ante la gran basílica del Santo Sepulcro a la que los cristianos orientales suelen designar como basílica de la Resurrección.
Antes de hablar de este lugar, quiero destacar la agradable sorpresa que me llevé al comprobar como se mezclan judíos ortodoxos, con sus tirabuzones, sombreros y abrigos negros, con musulmanes y cristianos en una pacífica convivencia diaria. Nunca vi tantos hábitos franciscanos por las calles, por algo son los Custodios de los Santos Lugares durante casi ocho siglos.
Cada viernes del año, a las 3 de la tarde, tiene lugar el Vía Crucis en la ciudad antigua de Jerusalén organizado por los franciscanos que van acompañados por los cristianos del lugar junto a peregrinos de cualquier nacionalidad y raza, llegados de distintos países. Atravesar las estrechas calles de la Vía Dolorosa hasta llegar a la basílica del Santo Sepulcro es una experiencia inigualable.
Se reza y se canta en distintos idiomas mientras se recorren las estaciones, los lugares que Jesús recorrió desde la zona del pretorio de Pilatos hasta el monte Calvario. Creo que es algo para ser vivido, no para ser descrito. La primitiva comunidad cristiana conservó con mucho esmero la memoria de los lugares santificados por la presencia de Jesús y esto ha sucedido a través de los siglos a pesar de diversas invasiones, destrucciones y reconstrucciones. Jerusalén es la ciudad de la tierra con más historia y es considerada santa por judíos, cristianos y musulmanes.
La presencia de cristianos en Tierra Santa se ha reducido ya que muchos se han visto obligados a emigrar a otros países pero los que quedan allí siguen siendo motivos de esperanza y paz para toda la región. Es necesario ayudarles económicamente para que puedan, por ejemplo, disponer de vivienda y trabajo. Es un modo de evangelización activa y pacífica que sortea la disputa territorial de judíos y musulmanes, empeñados en acaparar derechos de propiedad.
Los franciscanos poseen unas quinientas casas en la ciudad antigua que ofrecen a los cristianos por una renta simbólica, asignándose a las familias más necesitadas. La actividad educativa y formativa está dirigida a toda la población local atendiendo a miles de alumnos de cualquier religión. Es muy necesaria la aportación económica de otros países y hay que destacar la importancia que tienen las peregrinaciones a lo largo de todo el año. La música es un arte que une y así, el instituto "Magníficat" acoge a profesores y estudiantes de las distintas religiones, tanto israelíes como palestinos. Está especialmente dirigido a la comunidad palestina y es un signo de esperanza y una gran oportunidad para los jóvenes que desean dedicarse profesionalmente a la música.
No olvidaré nunca al guía que nos acompañó en Belén, un árabe cristiano, joven y culto, que contó algo de la historia de Palestina pero dejó claro que él no iba a hablar de política sino de Jesucristo al cual se refería frecuentemente como "Nuestro Señor".
Estuvimos bastante tiempo en la basílica de la Natividad, tras entrar por la pequeña puerta de la Humildad cuyo pequeño tamaño nos explicó: sus reducidas dimensiones evitaron la invasión de la basílica por parte de hombres a caballo. Nos mostró todo el recinto exponiendo la historia contenida allí, nos mostró las huellas bizantinas y medievales señalando las columnas y toda la decoración del suelo.
A continuación, esperamos un poco para bajar al lugar principal: la humilde Gruta de Belén. Estaba finalizando una ceremonia litúrgica. Bajamos las escaleras y nos indicó el lugar del Nacimiento de Jesús, venerado desde hace más de veinte siglos. Aquí, vuelvo a decir que esta experiencia es para ser vivida, no para ser descrita. Igualmente, podría decir de la visita a Nazaret, al lago de Tiberíades o Mar de Galilea, Cafarnaum, Jericó, Tabgha, etc. Estos son lugares que habría que visitar al menos, una vez en la vida.
Por cierto, Belén tiene una alcaldesa, Vera Babún, cristiana, madre de cinco hijos y viuda. Ha sido profesora de la Universidad de Belén. Es una mujer dinámica que ha vuelto recientemente de Washington a donde se dirigió para impulsar la llamada "Iniciativa de Desarrollo de Belén" cuyo objetivo es que sus habitantes no se vean obligados a emigrar de Palestina.
La construcción del muro por parte del gobierno israelí ha agravado la situación socio-económica ya que los palestinos no pueden circular libremente a Jerusalén, por ejemplo. Llaman la atención los diferentes tipos de carné y el color de las matrículas de los coches que indican quienes pueden circular por Palestina exclusivamente y cuales pueden hacerlo, también, por Israel. Realmente resultaba asombroso tener que llevar el pasaporte en el bolsillo ya que, en pocos kilómetros cambias de un país a otro y te lo pueden pedir.
Israel y Palestina constituyen un atractivo mundo y un crisol de razas y culturas. La estancia en las distintas ciudades y regiones representa una experiencia única.
Carlota Sedeño Martínez