El viaje del Papa ha dejado a los católicos un antes y un después. Todo comentario favorable, que han sido muchos, han llenado páginas de tantos periódicos del testimonio de fe de esa impronta que ha supuesto la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ).
Esas jornadas han llenado de contenido la vida de ese millón y medio de jóvenes que con su presencia han sido testigos del gran acontecimiento vivido en esas 79 horas del Papa en Madrid.
Cuando nuestro Cristo de Mena paseaba en procesión, después del vía crucis, recordaba mi interés -ya de joven- de ir a visitarlo en aquellos Jueves Santo, cuando expuesto en su trono, esperaba a los fieles que pasaran por la Iglesia de Santo Domingo. Vestidas de mantillas muchas jóvenes visitábamos los Sagrarios y allí nos encontrábamos a Cristo oculto. Después nos recreábamos en la contemplación de su imagen crucificada. Cristo muerto, colgado su cuerpo hacia adelante, hacia su pueblo. Colgado de sus clavos que atan al deber, al amor y al perdón. "Se entregó porque quiso" dice la Sagrada Escritura. Y porque quiso así nos amó. En sus ojos se refunde todo el cariño que derramó a la humanidad. Su mirada ¿está llena de tristeza, amor, compasión, comprensión…?. Allí atado al madero, que fue lo único que le quedó, espera que encontremos el sentido auténtico de nuestras vidas.
Juan Pablo II inmortalizó en su Pontificado esa frase que ha ayudado a tantos jóvenes: "No tengáis miedo". Por eso ellos, sin sentir miedo han recorrido kilómetros para reunirse en Madrid. Vienen buscando un ideal: "Ningún ideal es estéril". Son jóvenes de los cinco Continentes, ¿forzados, condicionados? Nada de eso: libres, como libres somos los hijos de Dios.
El compendio de lo allí vivido ha puesto de manifiesto la grandiosidad de los actos, el trabajo bien hecho y entregado de la organización, la respuesta amable y alegre de los jóvenes, la religiosidad y el respeto de todos ellos y así lo han reflejado las pantallas en las retrasmisiones tan completas. El coro fabuloso, su música de fondo sublime que es lo que merecen las cosas importantes, y esto lo era. Era para soñar y no despertar, para soñar y agradecer, para soñar y meterse en la realidad de ese sueño y seguir la estrella luminosa que acompañará ahora a tantos jóvenes que han oído de boca de Benedicto XVI "No se puede seguir a Jesucristo en solitario (…), contar con la Iglesia, integrándose en parroquias, movimientos y comunidades".
Y ellos, mientras preparan la próxima JMJ, irán sembrando amor y entrega con el respaldo de los buenos propósitos. Esos nuevos deseos se reforzaron después de su paso por uno de esos 250 confesionarios que se instalaron en el Parque del Retiro y que estuvieron ocupados y acompañados de largas colas para testimoniar la culpa y recibir el perdón. Con estos ideales y la fuerza que han recibido irán caminando hacia adelante. "Juventud divino tesoro". Tenemos la esperanza puesta en vosotros.
Jóvenes que habéis participado en el vía crucis, pedid al Cristo del Prendimiento, en ese momento en que Judas con un beso le entrega, que sepáis -como El- seguirle recordando aquella frase de la Sagrada Escritura que dice "Maniatado no abrió la boca, como Cordero llevado al matadero, como oveja muda ante los trasquiladores".
De todo lo vivido estos días, la figura central, la figura entrañable ha sido la del Santo Padre. Se le ha visto jovial, sonriente, feliz. Comunicaba su amor en su mirada serena, en sus palabras alentadoras que hablaban de vocación, de entrega total a Dios. ¡Eso sí que es un Ideal!, ¿Por qué conformarte con ser un ave de corral cuando puedes volar como un águila?
Inés Robledo Aguirre