Público, uno de mis periódicos favoritos, se pregunta por qué viene el Papa a Madrid. Un interrogante clave y pertinente.

En efecto, ¿por qué un viejo que solo habla -ni canta, ni actúa, ni hace monólogos- convoca a más de 1 millón de jóvenes de los cinco continentes en el seco y aplastante agosto madrileño? Jóvenes que seguramente podían haberse marchado de vacaciones a algún festival pop-rock. ¿Cuál es su secreto? Es muy probable, que la Cía ande detrás del misterio.

El caso es que a los dos periódicos y grupos editoriales más progresistas de España, PRISA y Mediapro-La Sexta, les fastidia mucho el éxito del Papa con esta iniciativa que creara Juan Pablo II y continúa Benedicto XVI. Reconozcámoslo: resulta asaz molesto. Especialmente porque los convocados no son viejecitas beatas sino jóvenes. Eso duele mucho.

Por cierto, tiene mucha gracia que estos dos poderosos grupos editoriales sean los que más hincapié hacen -y los que más mienten- acerca del coste de la visita papal. Mienten porque no hay tal coste, sino beneficio, pero lo llamativo no es eso: lo llamativo es que la económica queja proveniente de dos grupos quebrados que sobreviven gracias al miedo, pánico, que tienen los bancos a comportarse con ellos como con cualquier otro ciudadano moroso o pyme en dificultades, a los que embargan sin miramiento alguno. Ambos consorcios sobreviven gracias a las concesiones del poder político, especialmente las del Gobierno Rodríguez Zapatero. Los bancos, porque les tienen miedo, el Gobierno porque les necesita para su propaganda.

En eso se parecen pero también se distinguen en otras cuestiones. La verdad es que la diferencia entre Público y El País está clara. Los de Público están convencidos de que la mejor iglesia es la que arde y el mejor cura el que cuelga los hábitos.

El País no. El diario de PRISA es progresismo ilustrado -y un gran periódico, todo hay que decirlo-: no pretende destruir a la Iglesia sino conquistarla. Vamos: colocar en el Vaticano a un Papa progresista, a ser posible que haya pasado por las redacciones de El País o de la Cadena SER, como portador de las esencias progres. El propio Juan Luis Cebrián, siempre que lo exija la estabilidad internacional, estaría dispuesto a abandonar la jefatura de PRISA para vestir la tiara pontificia. Si hay que sacrificarse por la modernidad, uno se sacrifica.

Si esto no fuera posible bastaría con algún teólogo de la liberada liberación aunque la verdad es que ya van quedando pocos. Personalmente opino que El País es mucho más peligroso que Público.

Pero aún queda el representante del progresismo de derechas, es decir, El Mundo. El diario de Pedro José no pretende destruir a la Iglesia ni tampoco conquistarla, le basta con que aplique las recetas que Ramírez prescribe desde sus páginas, siempre, eso sí, que se permita al director de El Mundo el consiguiente veto, por ejemplo en materia de nombramientos episcopales. Es lo que más le gusta a don Pedro: dirigir el mundo desde su despacho periodístico o, como alguien dijo, quitar y poner ministros.

El Mundo me parece mucho más inquietante que Público y empatado en peligro con El País. Público, por contra, puede resultar hasta enternecedor, y, sin duda, mucho más sincero que los otros dos.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com