El discurso del Papa ante los jóvenes en la madrileña Plaza de Cibeles dio en la diana del derecho a la vida. Era una paráfrasis de las palabra de la serpiente en el génesis: "Seréis como dioses". Decía Benedicto XVI a los jóvenes que debían resistir la tentación de creerse dioses y decidir qué es verdad y mentira, qué es bueno y qué es malo y -atención, atención- quién puede vivir y quién puede ser sacrificado en aras de otros intereses.
Con ello daba en la diana del aborto y la manipulación de embriones. En efecto, el abortador no es más que eso: uno, o una, que se cree Dios, lo mismo que el que piensa que puede dictaminar por sí mismo lo que es verdad y mentira, lo que es cierto o falso. A ver si va a resultar que el aborto no sólo constituye un homicidio sino también un acto de soberbia.
Y un dato más: Que los jóvenes sean testigos de alegría. Insistió mucho el Pontífice en esas palabras. Y es que no puede existir un cristiano triste. Ahí hay trampa. O lo uno o lo otro.
Eulogio López
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