Lo que Benedicto XVI quería decir es que una cosa es la esencia de una sociedad y otra su descripción y que ambas no tienen por qué ser incompatibles.
No obstante, el mejor balance lo ha hecho el diario Público. Ojo a su portada: "El Papa se va de España sin criticar al Gobierno". ¿Comprenden? El viaje del Pontífice de la Iglesia de Roma, libremente seguida por más de 1.000 millones de todo el mundo, que ha congregado en Madrid a cerca de 2 millones de jóvenes llegados de todo el mundo.
Benedicto XVI ha dejado claro que el problema de la sociedad actual en general y de la española en particular no es la falta de fe sino de esperanza.
El materialismo siempre ha sido minoritario, pero la falta de confianza en Cristo, con su correspondiente amargura existencial, es lo que marca a un Occidente decadente. En efecto: sin abandono en la misericordia de Cristo, Occidente no va a ningún sitio. Dicho de otro modo: los cristianos no somos los que creemos en Cristo sino los que amamos a Cristo. Y al amor se llega por la confianza en el amado, es decir, por la esperanza, que no es la menor de las virtudes teologales.
Probablemente, hayan sido dos millones de personas los que han rodeado al Pontífice durante la eucaristía del domingo en Cuatro Vientos, eje de la JMJ. Hasta los medios más cristófobos se han tenido que rendir al éxito de una multitud de jóvenes que vienen a escuchar a un anciano y ante una concentración en la que no se han producido peleas y ante la que la población madrileña no sufría turbación alguna. ¿Por qué será?
Y no es porque sean jóvenes. Insisto: a muchos les preocupa que los jóvenes no practiquen. A mí me preocupará mucho más cuando sean los ancianos quienes se alejen de la Iglesia. Eso sí que supondría una crisis sin precedentes. Porque el joven puede eludir a Cristo pensando que va a vivir eternamente Para el adulto, no digamos nada para el anciano, la muerte no es una posibilidad sino una probabilidad… más que probable. Pero no cabe duda de que la presencia de jóvenes que buscan abandonarse en manos de Dios resulta un espectáculo de lo más reconfortante.
Mensajes de Benedicto XVI en Madrid 2011: el hombre que no dice ni una sola palabra innecesaria. Los más relevantes, en mi opinión, son los siguientes:
1. "No os avergoncéis del Señor". El miedo cívico de los españoles es lamentable. Benedicto XVI pedía a los jóvenes católicos que se comportaran como lo que son: católicos, sin miedos, sin cobardía y con coherencia.
2. "Decidle a Dios: 'me fío de ti'". En mi opinión el eje de toda la predicación benedictina durante la JMJ. Hablar a Cristo como a un amigo, esa es la base de la oración. Por ese consejo, ya merecía pena todo el esfuerzo del viaje.
3. Sin Iglesia no hay trato con Dios. La religión a la carta no sirve. Es el magisterio el depositario de la verdad, de la doctrina y del credo. Cuando José Bono, siempre tan pegado al Papa, asegura que "yo sigo a Cristo, no al obispo Martínez Camino", el presidente del Congreso se está mostrando como lo que es: un católico a la carta.
Por la misma razón, el camino del cristiano es el de siempre: confesión, comunión, oración y evangelización. Ninguno de esos puntos puede fallara.
4. No hay vida interior sin amar a la Virgen. Juan Pablo II ya inició ese camino cuando aseguraba que la Iglesia es antes mariana que petrina.
5. No existe el cristiano triste. O es cristiano o es triste. Este principio es el resultado de todos los demás. Demostración: el semblante risueño de unos jóvenes agotados, porque las JMJ son realmente duras.
Las JMJ también sirven para despertar el dormido sentido de la hospitalidad occidental. En este caso, la hospitalidad madrileña. Jóvenes que hablan lenguas extrañas durmiendo en el salón de tu casa o en alguna habitación de la que se ha desheredado a alguno de los hijos. Sólo por unos días pero el sentido de acogida cristiana quedó patente. Era algo que los adultos necesitábamos.
Mi recuerdo personal es la bajada por la anchísima y larguísima avenida del general Fanjul, en un barrio de clase media baja de Madrid, cercano a la base área de Cuatro Vientos. Una multitud interminable de jóvenes llenaba las dos anchas aceras y los seis carriles de la avenida.
¿Qué tenían en común aquellos seres tan dispares?: su juventud… y su fe.
Ahora, en Madrid, se siente una cierta orfandad. Y también un cierto alivio, porque todos los cristófobos comenzaban a preocuparse seriamente.
En cualquier caso, el balance final será imposible de calibrar. Al menos, hasta que no sepamos cuántas vocaciones -no sólo al sacerdocio, sino también al matrimonio-, así como las conversiones y ratificaciones que hayan salido de la JMJ 2011. Pero la ciencia estadística todavía no sabe medir el corazón del hombre.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com