Es de pena ver a esos "indignados" protestando por la venida del Papa.
Pero la protesta de esa minoría de "indignados" es insignificante frente al millón de entusiasmados por su fe.
Ellos, que dicen defender la libertad, no toleran la libertad de los demás.
Son intolerantes con los que no piensan como ellos. En La Puerta del Sol insultaron y agredieron físicamente a los peregrinos que tuvieron que ser defendidos por la policía.
Lo inconcebible es que la Delegada del Gobierno, Dolores Carrión, propuso a los "anti-Papa" un itinerario que no pasara por Sol, que estaría lleno de peregrinos. Pero
ellos dijeron que pasarían por Sol con permiso o sin él, y la delegada cedió.
A los "indignados" les da rabia ver que la Iglesia Católica ha reunido un millón de jóvenes de los cinco continentes. Vinieron grupos de doscientos países. Esto no lo consigue nadie en el mundo. Sólo lo consigue la Iglesia Católica.
Un millón de jóvenes que han venido a manifestar su fe, con enorme sacrificio, no sólo económico, sino también con muchas incomodidades. Pero alegres. Esto es un ejemplo para otros jóvenes adictos al botellón, la droga y el sexo. Ignoran la sana alegría y la paz que dan la fe y el vivir en gracia de Dios.
Como la protesta de estos "indignados" es ridícula, han buscado el pretexto del gasto que supone para el contribuyente la organización de estas Jornadas Mundiales.
Pero está demostrado que se apoyan en un mentira. Giménez Barriocanal, director Financiero de las JMC ha manifestado, en una entrevista que ha publicado ABC en su número especial de las JMC que todos los gastos de estas jornadas se han financiado con dinero privado. No ha habido nada de dinero público.
Y el coste del Gobierno para mantener el orden no ha sido superior al empleado en una olimpiada.
Cuando hay un acontecimiento multitudinario el gobierno tiene obligación de vigilar el orden.
Y es cosa sabida que estas jornadas dejan mucho dinero en España. Y, aunque esto a ellos no les importa, el fruto espiritual ha sido impresionante.
Otra cosa notable ha sido el entusiasmo con que el Papa ha sido acogido.
Ningún Jefe de Estado extranjero ha sido recibido así. Es que el Papa es más que un Jefe de Estado: es el Vicario de Cristo en la Tierra.