La XXVI Jornada Mundial de la Juventud colmó todas las expectativas de sus organizadores, también de la gente que durante varios meses estuvimos rezando por esta Jornada. Y los jóvenes respondieron ¡vaya si respondieron!
Se prepararon con anterioridad sorteando toda clase de dificultades: escasez de dinero, permisos de trabajo, horas de estudio… También muchos de ellos ofrecieron tiempo de oración y sacrificio, ¡la cita lo merecía! Y… ¡allí estuvieron!
Y el Papa respondió como esperaban, los conoce muy bien y los ama, por eso conectó con todos. No se anduvo por las ramas, no les doró la píldora, puso el listón alto y les habló con valentía. Sus palabras podrían parecer como dirigidas a uno solo, con complicidad, intentando hacerle descubrir un camino de santidad y entrega a Dios. Pero ¡no! Ese camino se los propuso a todos y les animó a interiorizar su vida, a pensar, a reflexionar… Y cuando lo que resalta en el ambiente no es precisamente el amor a Dios, las virtudes cristianas, el Santo Padre animó a la multitud a saber conectar con Jesucristo, con la Virgen, a que fueran generosos y se plantearan la alegría de vivir su juventud con responsabilidad y entrega a Dios y a los demás.
Benedicto XVI les advirtió -como hace un buen padre con sus hijos- de los peligros que se pueden encontrar: "no se puede seguir a Jesús en solitario". Y les aclaró "que quien cede a la tentación de ir "por su cuenta" o de vivir la fe según la mentalidad individualista, que predomina en la sociedad, corre el riesgo de no encontrar nunca a Jesucristo, o de acabar siguiendo una imagen falsa de Él".
Les pidió que contaran con la Iglesia animándolos a integrarse en parroquias, comunidades y movimientos.
Efectivamente, es sumamente importante contar con personas de criterio cristiano (sacerdotes o seglares) que les aclaren sus dudas, que les animen a perseverar.
¡Cómo concretó Benedicto XVI! Les animó a participar en la Eucaristía cada domingo y a la recepción frecuente del sacramento del perdón, como también al cultivo de la oración y meditación de la palabra de Dios.
Los jóvenes no huyeron. Aguantaron con alegría el calor enorme y el chaparrón inesperado. (Hago un inciso para referir una anécdota que oí contar -no recuerdo si fue en 13TV o Intereconomía; ambas cubrieron magníficamente el evento-). Le preguntaron los organizadores al Papa si quería que se suspendiese el acto debido al fuerte viento, y lluvia que se desencadenó. El Santo Padre contestó escuetamente: "Yo me quedo"…
Lástima que no se pudiera notar la sacudida interior que muchos de ellos, sin duda, experimentarían ante las claras palabras del representante de Jesucristo, que terminaron con una invitación exigente para no guardar a Cristo para ellos mismos: "Comunicad a los demás la alegría de vuestra fe", sintiéndose responsables de ayudar a tantos jóvenes para que no se dejen seducir por las falsas promesas de un estilo de vida sin Dios.
Pepita Taboada Jaén