Aprendo mucho viendo la tele. El lunes he visto un reportaje de televisión española sobre Bob Dylan. Entre los comentaristas invitados, dos cantautores: Joaquín Sabina y Luis Eduardo Aute. Grandes alabanzas al alegre y simpático maestro del pop por parte de todos los presentes y un sólo reproche: Bob Dylan cantó ante Juan Pablo II. Y claro, eso no puede ser.

Sabina, crítico ecuánime, asegura que es lo único que no le perdona al bueno de Bob, y aprovecha para arremeter contra el Papa con el fino estilo que le caracteriza. Aute, tan alejado de la práctica religiosa, y hasta de la teoría, como Sabina, aclara que él no es cristiano pero sí que millones de personas siguen al Papa, no ve ningún inconveniente en que Dylan acepte una invitación papal.

Lo cual demuestra que entre los no creyentes sigue habiendo ateos, lo cual resulta muy reconfortante. Ciertamente, los ateos no creo superen el 1%, el resto son antiteos.

Y esto no es una defensa del cristianismo sino del sentido común. Porque siendo la Iglesia la única institución que ha sobrevivido al auge y caída de todos los imperios, civilizaciones, cultura y doctrina, cabe preguntarse si, a lo peor, tiene alguna entidad.

Y también cabe preguntase porque ningún credo o ningún ateísmo genera tanto odio como el Cristianismo. Tampoco el Islam, y no hay más que ver el apoyo de los progres a la cosa islámica. No esperen una sola crítica a los musulmanes de Joaquín Sabina. No resultaría políticamente correcta.

Me ocurre lo mismo que a Chesterton, que siendo un agnóstico consecuente se surtía de libros cristófobos y vistas las tontunas que decían acabó por pasarse al cristianismo. El escritor británico lo explicaba así: "al leer la última página del ateo Ingersol, cruzó por mi mente una idea terrible: 'Casi me estáis persuadiendo al cristianismo'. Yo estaba desesperado".

Es lo mismo que me ocurre a mí con los progres como Sabina. Con Aute no, Aute es mucho más peligroso para Roma.

Eulogio López

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