Hoy, 25 de marzo se conmemora la Jornada por la Vida. Con este motivo la Conferencia Episcopal Española ha lanzado una campaña publicitaria que lleva como lema protege mi vida.

Esta acción está promovida por la reforma de la ley del aborto que está analizando el Gobierno y que ambiciona legislar el asesinato de un ser humano débil, inocente e indefenso. La vida existe desde el primer momento de la preñez hasta la muerte natural.

El portavoz de la CEE, Juan Antonio Martínez Camino, ha aseverado que una ley que no protege el derecho a la vida es una ley injusta y que, incluso, no tiene carácter de ley. En relación a la campaña ha declarado que se anhela dar voz a los que no tienen voz; a los que van a nacer. Ellos no se expresan pero tienen derecho a la vida.

Por otra parte, la controvertible reforma de la ley ha tropezado con la impugnación de un millar de eruditos, que han exhibido la Declaración de Madrid, un escrito en el que los infrascriptos aportan razones científicas y no ideológicas para defender el derecho a la vida desde el momento de la fecundación.

Investigadores, biólogos, abogados, psiquiatras, pediatras, ginecólogos, filósofos, médicos, educadores y catedráticos de universidad han firmado esta comunicación. También la biomédica y consultora de bioética de Naciones Unidas, Mónica López Barahona, subrayó que el embrión unicelular, en estado de cigoto, es vida humana. Por eso entrar en una terminología de plazos no es aceptable, porque uno no pertenece más o menos a la especie según el número de células que tenga o según los kilos que pese.

El manifiesto impugna la madurez de la joven para determinar el aborto con 16 primaveras y sin saber las secuelas psicológicas. El aborto es una tragedia con dos inmolados; uno agoniza y el otro perdura penando, todos los días, las efectos de una temeridad trágica e irremediable, que la puede conducir al suicidio.

Clemente Ferrer Roselló

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