Con la misma valentía con que Irina Sendler salvó a 2.500 niños judíos entrando como enfermera en los ghetos y convenciendo a sus padres para sacarlos de allí y evadirlos de Alemania, en donde les esperaba una muerte segura, sin temor a que en represalia, los nazis le rompieran pies y piernas, no pudieron detenerla.
Hoy, también, existen grupos de jóvenes que el fin de semana en lugar de irse de marcha como muchos, se dedican a plantarse ante las puertas de los abortorios con el objetivo de intentar evitar que algunos niños sean asesinados en el vientre de sus madres.
Mientras la sociedad prefiere seguir adormecida en los brazos letales del materialismo, estos jóvenes al menos algún día podrán decir lo hemos intentado unos harán oídos sordos pero otros salvarán a sus hijos de pasar por la trituradora.
Cuando nos juzgue la Historia, ellos serán reconocidos como héroes, aunque en muchos medios ni siquiera se hace el menor comentario, sino todo lo contrario están siendo perseguidos e insultados, por el hecho de acercarse a las mujeres embarazadas para ofrecerles su ayuda. Mientras, los tibios cierran los ojos ante la evidencia.
Josefina Galán