Sr. director:

Sólo tiene razón en una cosa El País, con sus lágrimas de cocodrilo defendiendo a su "teólogo" protegido, y es cuando se lamenta de que se hayan tardado tres años en condenarle. En cualquier caso, es el tiempo que se suele tardar en reunir pruebas suficientes para no sacar conclusiones apresuradas o falsas, incurriendo así  en errores judiciales. Lo importante es que al final ha quedado claro y probado que el teólogo en cuestión –una profesión, por cierto bastante desprestigiada por la abundancia de intrusos como él que vamos descubriendo- se hacía pasar por católico y sólo era un impostor. Así como suena, pues no puede ser otra cosa quien pretende ser de una forma concreta (en este caso, católico) y se le descubre que es lo contrario de lo que dice ser. Efectivamente, Juan José Tamayo se hacía pasar por católico cuando sólo era un hereje arriano. Por supuesto que no es un delito por el que vaya a ir a la cárcel, pero es importante que todos lo sepan y que no se dejen seducir y engañar por sus sofismas, aunque estén bien escritos. Hay una cosa sin embargo desternillante, y es que se rasguen las vestiduras, él y sus camaradas de la célula Juan XXIII, porque se les haya invitado amablemente a marcharse a otro sitio a incordiar y a sembrar cizaña. Es para morirse de risa, si no fuera tan triste y terrible, porque ellos se están jugando el alma (naturalmente, hay que creerse que existe, y un "intelectual" no se rebaja a tanto). Todo ese club de teólogos, que durante años han sido tolerados con paciencia infinita, a los que se les han aguantado exabruptos, flatulencias y enredos, tendrán que buscarse, fundar o constituir otra cosa, que llamarán como ellos quieran, pero que no les vamos a tolerar que lleven el sagrado nombre de católicos, ni siquiera el de cristianos, porque cristiano es el que proclama el Credo como fundamento de su fe, y éste dice claramente: Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra; creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo y nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, y descendió a los infiernos, y al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre Todopoderoso, y desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos; creo en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia Católica, en la comunión de los Santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de la carne y en la vida eterna; Amén. 

Querer rebajar el rango de Jesús, quitándole la divinidad, es querer cargarse toda la esencia del Cristianismo y reducirlo a sólo una idea filosófica, otra más de las muchas que existen en el mundo y que no sirven para nada (en especial no vale para nada la suya, con su verdadero nombre que ellos ocultan, como se ha demostrado hace una década). La esencia del Cristianismo es, precisamente, que Jesucristo es el Mesías, el Hijo de Dios, y que con su poder ha abierto un camino de salvación que puede salvarnos de la muerte; algo que ninguna filosofía, doctrina o práctica religiosa puede conseguir. Negar la divinidad de Jesucristo es negar que Jesús esté en la Eucaristía; es negar que los Sacramentos, como el Bautismo, el Matrimonio, el Sacerdocio o el Perdón de los pecados, tengan un poder liberador, y que se queden en una simple terapia de psicólogo. 

Un poco de seriedad, señores "teólogos" si quieren que les prestemos atención, y, sobre todo, jueguen limpio. Ahora ya vamos a decir claramente lo que son: impostores que trabajan para el Enemigo

Antonio Serrano González