Lo ha dicho El País, con lo que no conviene discutir. Es una prueba más del periodismo objetivista: Benedicto XVI no sólo se ha vuelto ultra -ultraderechista, naturalmente- sino, además, nazi y antisemita.

Yo, qué quieren que les diga, ya me sospechaba algo, porque Ratzinger es alemán. Y claro... la cabra tira al monte.

La argumentación de don Juan Bedoya -se ruega no hacer rimas fáciles con su apellido- es inequívoca: como El Vaticano ha levantado la excomunión a los obispos del fallecido Marcel Lefebvre -recuerden: es pecado desear que alguien se muera, pero no que se vaya al Cielo- más que nada para evitar un cisma en la Iglesia, y como entre ellos se encuentra Richard Willianson (aún no fallecido) que se empeña en minusvalorar el holocausto nazi... Está clarísimo que Benedicto XVI ha reabierto la herida judía.

Esto recuerda el chiste de Eugenio, de aquel fulano detenido por matar a un judío e interrogado por la policía:

¿Por qué mató usted al judío?

-Porque ellos mataron a Nuestro Señor.

-Pero eso fue hace 2.000 años.

-Bueno, pero yo me enteré ayer.

Para entendernos, no existe el anticlericalismo: lo único que existe es el anticristianismo. Por eso, Bedoya y sus hechos de El País, insisten en que Benedicto XVI, en román paladino, lo ha hecho a propósito. El cisma lefevriano le importa un pimiento a El País, aunque siempre es útil, por aquello de ser un cisma de derechas, no de izquierdas, como la teología de la liberación, y puede ser muy útil para llamar ultra a Ratzinger.

Lo más curioso de la información paisística consiste en que hasta el momento presente, los judíos eran los seres más perversos del universo. De hecho, acaban de perpetrar un genocidio en la Gaza. Otros, como el abajo firmante, se declaran filojudíos y nos fusilan -cibernéticamente hablando-, por su opinión. Entonces, ¿a qué se debe la pseudonoticia con honores de portada de hoy? Sencillo: al igual que el lobby feminista, el lobby gay que controla El País no es anticlerical sino anticristiano. Es absurdo hablar de odio al Islam, al hebraísmo o al hinduismo o al animismo. En el siglo XXI, lo único que existe son cristianos y cristófobos. Y la verdad es que esto simplifica mucho el cuadro de las guerras de religión. ¿Y qué es una guerra de religión?  Una reiteración innecesaria: todas las guerras son guerras de religión.

Benedicto XVI no ha abierto ninguna herida con los judíos: intenta cerrar la guerra con los lefebvrianos. Con eso no está apoyando el holocausto nazi. Y Juan Bedoya lo sabe. Bueno, eso creo.

Por cierto, ¿cuál es esa herida abierta? Pues se trata de otro corrimiento semántico-cristófobo de largo alcance. Como resulta que los nazis crecieron en Alemania y Alemania era cristiana (lamentablemente no católica, aunque siempre se puede hacer referencia al origen austriaco-bávaro de don Adolfo) es evidente que el nazismo a pesar de su furor anti-católico y anti-romano, a pesar de que en Dachau, el lugar más pequeño donde se asesinaron a más curas por el hecho de serlo que, durante todo el siglo XX, era un movimiento católico. ¿Que no? ¡Menos discutir y más leer El País, pedazo de fascista! ¡Ratzinger genocida!

Eulogio López
eulogio@hispanidad.com