Es sabido que los ricos funcionan por modas. Cuando no es el Consenso de Washington es el crecimiento sostenido, cuando no es la liberalización del suelo es la economía de guerra, o peor, la guerra como economía.

Últimamente, las modas vienen de Davos, porque el Foro Económico Mundial se ha convertido en los "ejercicios espirituales" de los capitalistas del mundo. Ahí surge la moda del año, que suele durar eso, un año.

Durante la reciente edición del Foro de Davos los ricos han creado el proyecto de la Banda de los Cuatro. Ellos, los millonarios, no lo llaman así; prefieren hablar de las "áreas geográficas con mayor potencial de crecimiento". El asunto consiste en concretar el objetivo de las inversiones mundiales, que deben centrarse en cuatro países emergentes: China, India, Rusia y Brasil. Ahora bien, ¿qué tienen esos cuatro estados para concitar las simpatías de los ricos del mundo? Pues, muy sencillo, tiene varias cosas: miríadas de asalariados dispuestos a trabajar en cualquier condición y por cualquier sueldo, ausencia de Estado del Bienestar, por lo que el régimen fiscal se hace bonancible, y obsesión política por la seguridad. A esto último, se puede responder que Rusia no es una zona segura, como no los son determinadas áreas de la India o de Brasil. Es igual, lo que quieren decir los ricos del mundo es que sus regímenes políticos están dispuestos, muy dispuestos, a emplear con entusiasmo la mano dura al menor de los desmanes. El eufemismo al uso en este caso es el de seguridad jurídica.

Además, estos países no tienen Estado del Bienestar. De hecho, no lo han tenido nunca, porque los regímenes comunistas se basan en la propiedad pública, no en las prestaciones públicas, que es otra cosa.

Pero lo más importante es la primera de las condiciones. Veamos. Aunque hablar de salarios medios pueda resultar engañoso, habrá que recordar que un trabajador cualificado chino, que viva en Beijing (es decir, un privilegiado), sale por 100 dólares de salario al mes. En otras palabras, lleva una vida de subsistencia. No protesta, acude al trabajo en bicicleta, compra en los mercados callejeros, y no se le ocurre adentrarse fuera de la capital si no es para ver a la familia. Como sólo puede tener un hijo, probablemente podrá criarlo, incluso con algún que otro lujo.

En Brasil, la mitad de la población vive con un dólar al día. Un obrero bien situado, con cierta especialización, puede salir por los 150 dólares al mes, mientras los salarios altos, pongamos un jefe de servicio con una docena de personas a su cargo, no superan los 300 dólares mensuales (nota: un obrero de la construcción sale en España por 10 dólares la hora).

Claro que Rusia y, sobre todo, la India, son mucho peores que Brasil, e incluso peores que China. Y no se engañen con el poder adquisitivo. Es otra falacia. En Brasil los precios no están mucho más baratos que en España. Lo que ha ocurrido en esos llamados países emergentes es que se han quedado dos mercados: los consumidores en moneda fuerte (dólar y euro, principalmente), que compran en lujosos comercios, y los que tienen que conformarse con moneda local. Quien haya visitado Cuba habrá podido vivir esos dos países en uno sólo: los cubanos malviven intentando sacar dólares a los turistas para consumir luego en pesos, mientras los turistas (o las mafias del Partido Comunista en China, especializadas en conseguir licencias de importación) y los acomodados de la zona consumen en dólares a precios occidentales.

Además, lo que impera en esos cuatro países de futuro, según los millonarios de Davos, es la corrupción.

Pues bien, invertir y mimar a la Banda de los Cuatro, es decir, los grandes centros de explotación laboral del planeta, es lo que proponen gente como los presidentes de los dos grandes bancos españoles, Emilio Botín (SCH) y Francisco González (BBVA). Ellos consideran que ahí está el futuro. No me extraña: pueden hacer negocios con sueldos de miseria y despido libre (SCH y BBVA están perdiendo empleo en Iberoamérica, no en España, donde tienen que enfrentarse a los sindicatos). Es lo que llaman flexibilidad laboral. La Banda de los Cuatro, o los nuevos países emergentes, lo son a costa de la miseria de la población y la explotación del trabajador. Por eso, todos quieren emigrar a Europa.