Las cosas nunca suceden porque sí. La casualidad no existe. Tampoco en los partidos políticos, donde las cúpulas convierten en política institucional las convicciones personales de sus líderes, especialmente de aquellos que las expresan a través de los medios de información, creando la corriente de opinión necesaria para la certificación institucional. Sí, en el siglo XXI, una corriente de opinión es un señor hablando delante de un micrófono.

 

Y por lo que respecta al cristianismo, la diferencia entre socialistas y populares es que los primeros desean cerrar la Iglesia mientras los segundos prefieren controlarla. Y los  dos, naturalmente, prefieren  utilizarla. Es más, sus zurriagazos a la Iglesia es lo único que une a PP y PSOE. En todo lo demás, se tiran de los pelos con gran entusiasmo.

 

Por ejemplo, el discurso (a lo que se ve, genial discurso) pronunciado por el arzobispo de Santiago de Compostela, Julián Barrio, acerca de las parejas gay y de un matrimonio "esencialmente heterosexual", ha propiciado el siguiente comentario del eurodiputado del Partido Popular y vicepresidente del Europarlamento, Aleix Vidal-Quadras: "El arzobispo ha elegido un acto de Estado protagonizado por sus máximos representantes como escenario de su homilía reprobatoria (reprobatoria sí que era, no hacía falta más que ver la cara de Zapatero y al Rey hablando con uno de sus colaboradores), y este es, a mi juicio, el fallo de procedimiento que debilita su, por otra parte, legítima postura".

 

O sea, que según Vidal, todo un centro reformista, la ofrenda al Apóstol Santiago, celebrado a pocos metros del Sagrario, en el interior de la Catedral de Compostela, pegado a la tumba del Apóstol, el día de Santiago, festividad religiosa… es un acto de Estado, y por lo tanto, el jefe de la Sede catedralicia, ubicado en el púlpito, debe mantener una exquisita neutralidad…

 

Y digo yo, Aleix, ¿en qué momento el obispo metropolitano va a poder enseñar al que no sabe (ya saben, en el templo no se evangeliza porque podría molestar al presidente del Gobierno)? En la calle me temo que no, porque Aleix ya nos ha recordado, pundonoroso el muchacho, que estamos en un estado laico. De hecho, podemos establecer la siguiente ley: los curas podrán evangelizar en el interior de los templos, siempre que en ese momento no se encuentre ningún partidario del Estado laico en sus proximidades. A estos efectos, en la puerta de las iglesias un cordón policial identificará a los fieles, y les obligará a rellenar un cuestionario donde expliquen sus sentimientos: creyentes, laicos o muy laicos.

 

Al final, el señor Aleix, como de pasada, solicita a la Iglesia "evangélica prudencia", porque el Estado dedica a la Iglesia un "tratamiento especial (eso me temo)", así como "acuerdos educativos y financieros de notable alcance". Es decir, que mucho cuidado con pasarse, monseñor, o se va a enterar de lo que vale un peine: le cortamos el grifo y a otra cosa.

 

Es decir, que existe una gran diferencia entre don Aleix, del PP, y don Jesús Caldera, ministro de Trabajo del PSOE, quien respondió a la carta pastoral de la Conferencia Episcopal Española sobre las parejas gays con una amenaza de retirar la aportación del Estado a la Iglesia católica. El objetivo es el mismo, la postura también, pero el estilo es muy distinto: D. Aleix es centro reformista, todo fineza, mientras que Caldera se comporta como lo que es: un matón. Pero en esencia, muy pareciditos oiga.

 

Ya me he referido a esta reiterada amenaza de retirar las aportaciones estatales a la Iglesia. Considero que Alex Rosal, el primero en lanzar la idea, tiene toda la razón: que la Iglesia no reciba un duro del Estado y que la aportación de las arcas públicas sean suplidas por las aportaciones de los fieles. Así les podríamos lanzar un par de pedorretas al finísimo Aleix y al gorila Caldera. Es injusto, porque la Iglesia cumple una gran labor social, pero resultaría liberador.

 

Porque los ataques llegan desde todos los frentes. El objetivo es, sencillamente, terminar con la Iglesia. Como no está bien quemar conventos (además, eso podría despertar a los católicos aborregados y llevar a otra guerra civil) se trata de anular a la Iglesia en los tribunales y en los medios informativos, que es una manera mucho más civilizada y moderna de fastidiar a los cristianos, a los que tanto odiamos, porque su mera presencia representa un insulto a nuestro forma de vida.

 

Decíamos días atrás que la gran jugada que prepara la progresía internacional, los ‘lobbies' rosa y feminista, tan unidos, consiste en llevar a la Iglesia a los tribunales por homófoba. Y siempre habrá un juez o un tribunal dispuestos a avalar esta majadería.

 

Pues bien, mientras el concejal socialista Pedro Zerolo, máximo jefe del orgullo gay, anima a los fiscales a llevar a la Iglesia a los tribunales, y mientras el líder de la plataforma Gay del PP hace lo propio con el Cardenal Rouco, los monfloritas andaluces anuncian una denuncia contra Julián Barrio por incitación a la homofobia. Es decir, como diría don Aleix, por no haber sido neutral, por no haberse comportado como un laico… en el altar mayor de la Catedral de Santiago de Compostela.

 

Insisto: sólo queda la denuncia por homofobia ante la Corte Penal Internacional. Y que Almodóvar ruede una película sobre las torturas a las que le sometió el Papa durante su infancia en Polonia (dramático episodio, por cierto).

 

Estamos en guerra, en la única guerra que merece la pena ser librada. El PSOE y el PP ya han elegido bando. Los pobrecillos homosexuales aportan el campo de batalla así como muchas víctimas. Es lógico, si en lugar de ayudarles a salir de su enfermedad y de su horror, les jalean para que se enorgullezcan de su patología, entonces no hay marcha atrás.

 

Eulogio López